Page 117 - El Hobbit
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cerrados y potes de barro rojo llenos de miel, y bizcochos horneados dos veces
para que se conservasen bien mucho tiempo; un poco de estos bizcochos bastaba
para una larga jornada. La receta era uno de sus secretos, pero tenían miel,
como casi todas las comidas de Beorn, y un sabor agradable, aunque dejaban la
boca bastante seca. Dijo que no necesitarían llevar agua por aquel lado del
bosque, pues había arroyos y manantiales a todo lo largo del camino. —Pero el
camino que cruza el Bosque Negro es oscuro, peligroso y arduo —dijo—. No es
fácil encontrar agua allá, ni comida. No es todavía tiempo de nueces (aunque en
realidad quizá ya haya pasado cuando lleguéis al otro extremo), y las nueces son
lo único que se puede comer en esos sitios; las cosas silvestres son allí oscuras,
extrañas y salvajes. Os daré odres para el agua, y algunos arcos y flechas. Pero
no creo que haya nada en el Bosque Negro que sea bueno para comer o beber.
Sé que hay un arroyo, negro y caudaloso, que cruza el sendero. No bebáis ni os
bañéis en él, pues he oído decir que produce encantamientos, somnolencia y
pérdida de la memoria. Y entre las tenebrosas sombras del lugar no me parece
que podáis cazar algo que sea comestible o no comestible, sin extraviaros. Esto
tenéis que evitarlo en cualquier circunstancia.
» No tengo otro consejo para vosotros. Más allá del linde del bosque, no puedo
ayudaros mucho; tendréis que depender de la suerte, de vuestro valor y de la
comida que os doy. He de pediros que en la cancela del bosque me mandéis de
vuelta al caballo y los poneys. Pero os deseo que podáis marchar de prisa, y mi
casa estará abierta siempre para vosotros si alguna vez volvéis por este camino.
Le dieron las gracias, por supuesto, con muchas reverencias y movimientos
de los capuchones, y con muchos: —A vuestro servicio, ¡oh amo de los amplios
salones de madera! —Pero las graves palabras de Beorn los habían desanimado,
y todos sintieron que la aventura era mucho más peligrosa de lo que habían
pensado antes, ya que de cualquier modo, aunque pasasen todos los peligros del
camino, el dragón estaría esperando al final.
Toda la mañana estuvieron ocupados con los preparativos. Poco antes del
mediodía comieron con Beorn por última vez, y después del almuerzo montaron
en los caballos que él les prestó, y despidiéndose una y mil veces, cabalgaron a
buen trote dejando atrás la cancela.
Tan pronto como se alejaron de los setos altos al este de las tierras cercadas, se
encaminaron al norte y luego al noroeste. Siguiendo el consejo de Beorn no
marcharon hacia el camino principal del bosque, al sur de aquellas tierras. Si
hubiesen ido por el desfiladero, una senda los habría llevado hasta un arroyo que
bajaba de las montañas y se unía al Río Grande, algunas millas al sur de la
Carroca. En ese lugar había un vado profundo que podrían haber cruzado, si
hubiesen tenido los poneys, y más allá otra senda llevaba a los bordes del bosque