Page 195 - El Hobbit
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continuó—.  Vamos,  ¿lo  conseguiste?  ¡Nada  de  nada!  Bien,  así  son  ellos.  Y
      supongo que se quedaron afuera escondidos, y que tu tarea es hacer los trabajos
      peligrosos y llevarte lo que puedas mientras yo no miro… y todo para ellos. ¿Y
      tendrás una parte equitativa? ¡No lo creas! Considérate afortunado si sales con
      vida.

      Bilbo  empezaba  ahora  a  sentirse  realmente  incómodo.  Cada  vez  que  el  ojo
      errante de Smaug, que lo buscaba en las sombras, relampagueaba atravesándolo,
      se estremecía de pies a cabeza, y sentía el inexplicable deseo de echar a correr y
      mostrarse  tal  cual  era,  y  decir  toda  la  verdad  a  Smaug.  En  realidad  corría  el
      grave peligro de caer bajo el hechizo del dragón. Pero juntó coraje, y habló otra
      vez.
        —No lo sabes todo, oh Smaug el Poderoso —dijo—. No sólo el oro nos trajo
      aquí.
        —¡Ja,  ja!  Admites  el  « nos»   —rió  Smaug—.  ¿Por  qué  no  dices  « nos  los
      catorce»  y asunto concluido, señor Número de la Suerte? Me complace oír que
      tenías otros asuntos aquí, además de mi oro. En ese caso, quizá no pierdas del
      todo el tiempo.
        » No sé si pensaste que aunque pudieses robar el oro poco a poco, en unos
      cien años o algo así, no podrías llevarlo muy lejos. Y que no te sería de mucha
      utilidad en la ladera de la montaña. Ni de mucha utilidad en el bosque. ¡Bendita
      sea!  ¿Nunca  has  pensado  en  el  botín?  Una  catorceava  parte,  o  algo  parecido,
      fueron los términos, ¿eh? ¿Pero qué hay acerca de la entrega? ¿Qué acerca del
      acarreo? ¿Qué acerca de guardias armados y peajes? —y Smaug rió con fuerza.
      Tenía  un  corazón  astuto  y  malvado,  y  sabía  que  estas  conjeturas  no  iban  mal
      encaminadas, aunque sospechaba que los Hombres del Lago estaban detrás de
      todos los planes, y que la mayor parte del botín iría a parar a la ciudad junto a la
      ribera, que cuando él era joven se había llamado Esgaroth.
        Apenas me creeréis, pero el pobre Bilbo estaba de veras muy desconcertado.
      Hasta  entonces  todos  sus  pensamientos  y  energías  se  habían  concentrado  en
      alcanzar  la  Montaña  y  encontrar  la  puerta.  Nunca  se  había  molestado  en
      preguntarse  cómo  trasladarían  el  tesoro,  y  menos  cómo  llevaría  la  parte  que
      pudiera corresponderle por todo el camino de vuelta a Bolsón Cerrado, bajo la
      Colina.
        Una  fea  sospecha  se  le  apareció  ahora  en  la  mente:  ¿habían  olvidado  los
      enanos  también  este  punto  importante,  o  habían  estado  riéndose  de  él  con
      disimulo todo el tiempo? La charla de un dragón causa este efecto en la gente de
      poca experiencia. Bilbo, desde luego, no tenía que haber bajado la guardia; pero
      la personalidad de Smaug era en verdad irresistible.
        —Puedo  asegurarte  —le  dijo,  tratando  de  mantenerse  firme  y  leal  a  sus
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