Page 196 - El Hobbit
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amigos— que el oro fue sólo una ocurrencia tardía. Vinimos sobre la colina y
bajo la colina, en la ola y en el viento, por venganza. Seguro que entiendes, oh
Smaug el acaudalado invalorable, que con tu éxito te has ganado encarnizados
enemigos.
Entonces sí que Smaug rió de veras: un devastador sonido que arrojó a Bilbo
al suelo, mientras allá arriba en el túnel los enanos se acurrucaron agrupándose y
se imaginaron que el hobbit había tenido un súbito y desagradable fin.
—¡Venganza! —bufó, y la luz de sus ojos iluminó el salón desde el suelo hasta
el techo como un relámpago escarlata—. ¡Venganza! El Rey bajo la Montaña ha
muerto, ¿y dónde están los descendientes que se atrevan a buscar venganza?
Girion, Señor de Valle, ha muerto, y yo me he comido a su gente como un lobo
entre ovejas, ¿y dónde están los hijos de sus hijos que se atrevan a acercarse? Yo
mato donde quiero y nadie se atreve a resistir. Yo derribé a los guerreros de
antaño y hoy no hay nadie en el mundo como yo. Entonces era joven y tierno.
¡Ahora soy viejo y fuerte, fuerte, fuerte, Ladrón de las Sombras! —gritó,
relamiéndose—. ¡Mi armadura es como diez escudos, mis dientes son espadas,
mis garras lanzas, mi cola un rayo, mis alas un huracán, y mi aliento muerte!
—Siempre entendí —dijo Bilbo en un asustado chillido— que los dragones son
más blandos por debajo, especialmente en esa región del… pecho; pero sin duda
alguien tan fortificado ya lo habrá tenido en cuenta.
El dragón interrumpió bruscamente estas jactancias. —Tu información es
anticuada —espetó—. Estoy acorazado por arriba y por abajo con escamas de
hierro y gemas duras. Ninguna hoja puede penetrarme.
—Tendría que haberlo adivinado —dijo Bilbo—. En verdad no conozco a
nadie que pueda compararse con el Impenetrable Señor Smaug. ¡Qué
magnificencia, un chaleco de diamantes!
—Sí, es realmente raro y maravilloso —dijo Smaug, complacido sin ninguna
razón; no sabía que el hobbit había llegado a verle brevemente la peculiar
cobertura del pecho, en la visita anterior, y esperaba impaciente la oportunidad
de mirar de más cerca, por razones particulares; el dragón se revolcó—. ¡Mira!
—dijo—. ¿Qué te parece?
—¡Deslumbrante y maravilloso! ¡Perfecto! ¡Impecable! ¡Asombroso! —
exclamó Bilbo en voz alta, pero lo que pensaba en su interior era: « ¡Viejo tonto!
¡Ahí, en el hueco del pecho izquierdo hay una parte tan desnuda como un caracol
fuera de casa!» .
Habiendo visto lo que quería ver, la única idea del señor Bolsón era
marcharse. —Bien, no he de detener a Vuestra Magnificencia por más tiempo —
dijo—, ni robarle un muy necesitado reposo. Capturar poneys da algún trabajo,
creo, si parten con ventaja. Lo mismo ocurre con los saqueadores —añadió
como observación de despedida mientras se precipitaba hacia atrás y huía
subiendo por el túnel.