Page 199 - El Hobbit
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sabía si podrían abrirla desde dentro, o cómo, y la idea de quedar encerrados en
un sitio cuya única salida cruzaba la guarida del dragón, no les gustaba mucho.
Además todo parecía en calma, tanto fuera como abajo en el túnel. De modo
que se quedaron sentados dentro un largo rato, no muy lejos de la puerta
entornada, y continuaron hablando.
La conversación pasó entonces a comentar las malvadas palabras del dragón
acerca de los enanos. Bilbo deseaba no haberlas escuchado jamás, o al menos
estar seguro de que los enanos eran de verdad honestos, cuando decían que no
habían pensado nunca en lo que ocurriría luego de haber obtenido el tesoro. —
Sabíamos que sería una aventura desesperada —dijo Thorin—, y lo sabemos
todavía; y pienso todavía que cuando hayamos ganado habrá tiempo de resolver
el problema. En cuanto a lo que es tuyo, señor Bolsón, te aseguro que te estamos
más que agradecidos, y que escogerás tu propia catorceava parte tan pronto
como haya algo que dividir. Lo lamento si estás preocupado acerca del
transporte, y admito que las dificultades son grandes (las tierras no se han vuelto
menos salvajes con el paso del tiempo, más bien lo contrario), pero haremos lo
que podamos por ti, y cargaremos con nuestra parte del costo cuando llegue el
momento. ¡Créeme o no, como quieras!
De esto la conversación pasó al gran tesoro escondido, y a las cosas que
Thorin y Balin recordaban. Se preguntaron si estarían todavía intactas allí abajo
en el salón: las lanzas que habían sido hechas para los ejércitos del Rey
Bladorthin (muerto tiempo atrás), cada una con una moharra forjada tres veces
y astas con ingeniosas incrustaciones de oro, y que nunca habían sido entregadas
o pagadas; escudos hechos para guerreros fallecidos hacía tiempo; la gran copa
de oro de Thror, de dos asas, martillada y labrada con pájaros y flores de ojos y
pétalos enjoyados; cotas impenetrables de malla, de oro y plata; el collar de
Girion, Señor de Valle, de quinientas esmeraldas verdes como la hierba que hizo
engarzar para la investidura del hijo mayor en una cota de anillos eslabonados
que nunca se había hecho antes, pues estaba trabajada en plata pura con el poder
y la fuerza del triple acero. Pero lo más hermoso era la gran gema blanca,
encontrada por los enanos bajo las raíces de la Montaña, el Corazón de la
Montaña, la Piedra del Arca de Thrain.
—¡La piedra del Arca! ¡La piedra del Arca! —susurró Thorin en la
oscuridad, medio soñando con el mentón sobre las rodillas—. ¡Era como un globo
de mil facetas; brillaba como la plata al resplandor del fuego, como el agua al
sol, como la nieve bajo las estrellas, como la lluvia sobre la luna!
Pero el deseo encantado del tesoro ya no animaba a Bilbo. A lo largo de la
charla, apenas había prestado atención. Era el que estaba más cerca de la puerta,
con un oído vuelto a cualquier comienzo de sonido fuera, y el otro atento a los
ecos que pudieran resonar por encima del murmullo de los enanos, a cualquier
rumor de un movimiento en los abismos.