Page 202 - El Hobbit
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                       Nadie en casa
      M ientras tanto, los enanos se quedaron sentados en la oscuridad, y un completo
      silencio cayó alrededor. Hablaron poco y comieron poco. No se daban mucha
      cuenta del paso del tiempo, y casi no se atrevían a moverse, pues el susurro de
      las voces resonaba y se repetía en el túnel. A veces dormitaban, y cuando abrían
      los ojos descubrían que la oscuridad y el silencio no habían cambiado. Al cabo de
      muchos días de espera, cuando empezaban a sentirse asfixiados y embotados por
      la  falta  de  aire,  no  pudieron  soportarlo  más.  Hasta  casi  hubieran  dado  la
      bienvenida  a  cualquier  sonido  de  abajo  que  indicase  la  vuelta  del  dragón.  En
      medio de aquella quietud temían alguna diabólica astucia de Smaug, y no podían
      estar allí sentados para siempre.
        Thorin habló: —¡Probemos la puerta! —dijo—. Necesito sentir el viento en la
      cara o pronto moriré. ¡Creo que preferiría ser aplastado por Smaug al aire libre
      que asfixiarme aquí dentro! —así que varios enanos se levantaron, y fueron a
      tientas hacia la puerta. Pero allí descubrieron que el extremo superior del túnel
      había sido destruido y bloqueado por pedazos de roca. Ni la llave ni la magia a la
      que había obedecido alguna vez volverían a abrir aquella puerta.
        —¡Estamos atrapados! —gimieron—. Esto es el fin, moriremos aquí.
        Pero  de  algún  modo,  justo  cuando  los  enanos  estaban  más  desesperados,
      Bilbo sintió un raro alivio en el corazón, como si le hubieran quitado una pesada
      carga que llevaba bajo el chaleco.
        —¡Venid, venid! —dijo—. ¡« Mientras hay vida hay esperanza» , como decía
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