Page 205 - El Hobbit
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Avanzó así hasta encontrarse con las grandes puertas en el extremo opuesto, y
allí una corriente de aire lo refrescó, aunque casi le apagó la antorcha. Asomó
tímidamente la cabeza, y atisbando desde la puerta vio unos pasillos enormes y el
sombrío comienzo de unas amplias escaleras que subían en la oscuridad. Pero
tampoco allí había rastros de Smaug. Justo en el momento en que iba a dar media
vuelta y regresar, una forma negra se precipitó sobre él y le rozó la cara. Bilbo
se sobresaltó, chilló; se tambaleó y cayó hacia atrás. ¡La antorcha golpeó el suelo
y se apagó!
—¡Sólo un murciélago, supongo y espero! —dijo con voz lastimosa—. Pero
ahora ¿qué haré? ¿Dónde está el norte, el sur, el este, o el oeste?
» ¡Thorin! ¡Balin! ¡Oin! ¡Gloin! ¡Fili y Kili! —llamó tan alto como pudo, y el
grito fue un ruido débil e imperceptible en aquella vasta negrura—. ¡Se apagó la
luz! ¡Que alguien venga a ayudarme! ¡Socorro! —por el momento, se sentía
bastante acobardado.
Débilmente los enanos oyeron estos gritos, pero la única palabra que pudieron
entender fue « ¡socorro!» .
—¿Pero qué demonios pasa dentro o fuera? —dijo Thorin—. No puede ser el
dragón, si no el hobbit no seguiría chillando.
Esperaron un rato, pero no se oía ningún ruido de dragón, en verdad ningún
otro sonido que la distante voz de Bilbo.
—¡Vamos, que uno de vosotros traiga una o dos antorchas! —ordenó Thorin
—. Parece que tendremos que ayudar a nuestro saqueador.
—Ahora nos toca a nosotros ayudar —dijo Balin—, y estoy dispuesto. Espero
sin embargo que por el momento no haya peligro.
Gloin encendió varias antorchas más, y luego todos salieron arrastrándose,
uno a uno, y fueron bordeando la pared lo más aprisa que pudieron. No pasó
mucho tiempo antes de que se encontrasen con el propio Bilbo que venía de
vuelta. Había recobrado todo su aplomo, tan pronto como viera el parpadeo de
luces.
—¡Sólo un murciélago y una antorcha que se cayó, nada peor! —dijo en
respuesta a las preguntas de los enanos. Aunque se sentían muy aliviados, les
enfadaba que los hubiese asustado sin motivo; pero cómo hubieran reaccionado si
en ese momento él hubiese dicho algo de la Piedra del Arca, no lo sé. Los meros
destellos fugaces del tesoro que alcanzaron a ver mientras avanzaban, les había
reavivado el fuego de los corazones, y cuando un enano, aún el más respetable,
siente en el corazón el deseo de oro y joyas, puede transformarse de pronto en
una criatura audaz, y llegar a ser violenta.
Los enanos no necesitaban ya que los apremiasen. Todos estaban ahora
ansiosos por explorar el salón mientras fuera posible, y deseando creer que por
ahora Smaug estaba fuera de casa. Todos llevaban antorchas encendidas; y
mientras miraban a un lado y a otro olvidaron el miedo y aún la cautela.