Page 204 - El Hobbit
P. 204

acurrucándose en la boca del túnel, donde el hobbit los había dejado.
        —¡Chist! —sisearon como respuesta, y aunque Bilbo supo así dónde estaban,
      pasó bastante tiempo antes de que pudiese sacarles algo más; pero al fin, cuando
      Bilbo se puso a patear el suelo y a vociferar:
        —¡Luz!  —con  una  voz  aguda  y  penetrante,  Thorin  cedió,  y  Oin  y  Gloin
      fueron enviados de vuelta a la entrada del túnel, donde estaban los fardos.
        Al  poco  rato  un  resplandor  parpadeante  indicó  que  regresaban;  Oin
      sosteniendo una pequeña antorcha de pino, y Gloin con un montón bajo el brazo.
      Bilbo  trotó  rápido  hasta  la  puerta  y  tomó  la  antorcha,  pero  no  consiguió  que
      encendieran las otras o se unieran a él. Como Thorin explicó, el señor Bolsón era
      todavía  oficialmente  el  experto  saqueador  e  investigador  al  servicio  de  los
      enanos. Si se arriesgaba a encender una luz, allá él. Los enanos lo esperarían en
      el túnel. Así que se sentaron junto a la puerta y observaron.
        Vieron la pequeña figura del hobbit que cruzaba el suelo alzando la antorcha
      diminuta. De cuando en cuando, mientras aún estaba cerca, y cada vez que Bilbo
      tropezaba,  llegaban  a  ver  un  destello  dorado  y  oían  un  tintineo.  La  luz
      empequeñeció  en  el  vasto  salón,  y  luego  subió  danzando  en  el  aire.  Bilbo
      escalaba ahora el montículo del tesoro. Pronto llegó a la cima, pero no se detuvo.
      Luego vieron que se inclinaba, y no supieron por qué.
        Era la Piedra del Arca, el Corazón de la Montaña. Así lo supuso Bilbo por la
      descripción de Thorin; no podía haber otra joya semejante, ni en ese maravilloso
      botín, ni en el mundo entero. Aún mientras subía, ese mismo resplandor blanco
      había  brillado  atrayéndolo.  Luego  creció  poco  a  poco  hasta  convertirse  en  un
      globo de luz pálida. Cuando Bilbo se acercó, vio que la superficie titilaba con un
      centelleo  de  muchos  colores,  reflejos  y  destellos  de  la  ondulante  luz  de  la
      antorcha. Al fin pudo contemplarla a sus pies, y se quedó sin aliento. La gran
      joya brillaba con luz propia, y aun así, cortada y tallada por los enanos, que la
      habían extraído del corazón de la montaña hacía ya bastante tiempo, recogía toda
      la  luz  que  caía  sobre  ella  y  la  transformaba  en  diez  mil  chispas  de  radiante
      blancura irisada.
        De repente el brazo de Bilbo se adelantó, atraído por el hechizo de la joya. No
      podía tenerla en la manita, era tan grande y pesada… pero la levantó, cerró los
      ojos y se la metió en el bolsillo más profundo.
        « ¡Ahora soy realmente un saqueador!» , pensó. « Pero supongo que tendré
      que decírselo a los enanos… algún día. Ellos me dijeron que podía elegir y tomar
      mi  parte,  y  creo  que  elegiría  esto,  ¡si  ellos  se  llevan  todo  lo  demás!» .  De
      cualquier modo, tenía la incómoda sospecha de que eso de « elegir y tomar»  no
      incluía esta maravillosa joya, y que un día le traería dificultades.
        Siguió adelante y emprendió el descenso por el otro lado del gran montículo,
      y el resplandor de la antorcha desapareció de la vista de los enanos. Pero pronto
      volvieron a verlo a lo lejos. Bilbo estaba cruzando el salón.
   199   200   201   202   203   204   205   206   207   208   209