Page 203 - El Hobbit
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mi  padre,  y  « A  la  tercera  va  la  vencida» !  Bajaré  por  el  túnel  una  vez  más.
      Recorrí este camino dos veces cuando sabía que había un dragón al otro lado, así
      que arriesgaré una tercera visita ahora que no estoy seguro. De cualquier modo,
      la única salida es hacia abajo y creo que esta vez convendrá que vengáis todos
      conmigo.
        Desesperados, los enanos asintieron, y Thorin fue el primero en avanzar junto
      a Bilbo.
        —¡Ahora  tened  cuidado!  —susurró  el  hobbit—,  ¡y  no  hagáis  ruido  si  es
      posible! Quizá no haya ningún Smaug en el fondo, pero también puede que lo
      haya. ¡No corramos riesgos innecesarios!
        Bajaron, y siguieron bajando. La marcha de los enanos no podía compararse
      desde luego con los movimientos furtivos del hobbit, y lo seguían resoplando y
      arrastrando  los  pies,  con  ruidos  que  los  ecos  magnificaban  de  un  modo
      alarmante; pero cuando Bilbo asustado se detenía a escuchar una y otra vez, no
      se oía nada que viniera de abajo. Cuando pensó que estaba cerca del extremo del
      túnel, se puso el anillo y marchó delante. Pero no lo necesitaba, pues la oscuridad
      era impenetrable, y todos parecían invisibles, con o sin anillo. Tan negro estaba
      todo, que él hobbit llegó a la abertura sin darse cuenta, extendió la mano en el
      aire, trastabilló, ¡y rodó de cabeza dentro de la sala!
        Allí quedó tumbado de bruces contra el suelo, y no se atrevía a incorporarse,
      y casi ni siquiera a respirar. Pero nada se movió. No había ninguna luz, aunque
      cuando al fin alzó despacio la cabeza, creyó ver un pálido destello blanco encima
      de  él  y  lejos  en  las  sombras.  En  realidad  no  había  ni  una  chispa  de  fuego  de
      dragón, pero un olor a gusano infectaba el sitio, y Bilbo sentía en la boca el sabor
      de los vapores.
        Al cabo de un rato el señor Bolsón ya no pudo resistirlo más. —¡Maldito seas,
      Smaug;  tú,  gusano!  —chilló—.  ¡Deja  de  jugar  al  escondite!  ¡Dame  una  luz  y
      después cómeme si eres capaz de atraparme!
        Unos  ecos  débiles  corrieron  alrededor  del  salón  invisible,  pero  no  hubo
      respuesta.
        Bilbo se incorporó y descubrió que estaba desorientado, y no sabía por dónde
      ir.
        —Me pregunto a qué demonios está jugando Smaug —dijo—. Creo que no
      está en casa el día de hoy (o la noche de hoy, o lo que sea). Si Gloin y Oin no
      perdieron  las  yescas,  quizá  podamos  tener  un  poco  de  luz,  y  echar  un  vistazo
      alrededor antes de que cambie la suerte.
        » ¡Luz! —gritó—. ¿Puede alguien encender una luz?
      Los enanos, claro está, se habían asustado mucho cuando Bilbo tropezó con el
      escalón y con un fuerte topetazo entró de bruces en la sala, y se habían sentado
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