Page 206 - El Hobbit
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Hablaban en voz alta, y se llamaban unos a otros a gritos a medida que sacaban
      viejos tesoros del montículo o de la pared y los sostenían a la luz, tocándolos y
      acariciándolos.
        Fili y Kili estaban de bastante buen humor, y viendo que allí colgaban todavía
      muchas arpas de oro con cuerdas de plata, las tomaron y se pusieron a rasguear;
      y como eran instrumentos mágicos (y tampoco habían sido manejadas por el
      dragón, que tenía muy poco interés por la música), aún estaban afinadas. En el
      salón oscuro resonó ahora una melodía que no se oía desde hacía tiempo. Pero
      los enanos eran en general más prácticos: recogían joyas y se atiborraban los
      bolsillos,  y  lo  que  no  podían  llevar  lo  dejaban  caer  entre  los  dedos  abiertos,
      suspirando. Thorin no era el menos activo, e iba de un lado a otro buscando algo
      que no podía encontrar. Era la Piedra del Arca; pero todavía no se lo había dicho
      a nadie.
        En ese momento los enanos descolgaron de las paredes unas armas y unas
      cotas de malla, y se armaron ellos mismos. Un rey en verdad parecía Thorin,
      vestido con un abrigo de anillas doradas, y con un hacha de empuñadura de plata
      en el cinturón tachonado con piedras rojas.
        —¡Señor Bolsón! —dijo—. ¡Aquí tienes el primer pago de tu recompensa!
      ¡Tira tu viejo abrigo y toma éste!
        Enseguida  le  puso  a  Bilbo  una  pequeña  cota  de  malla,  forjada  para  algún
      joven príncipe elfo tiempo atrás. Era de esa plata que los elfos llamaban mithril,
      y con ella iba un cinturón de perlas y cristales. Un casco liviano que por fuera
      parecía  de  cuero,  reforzado  debajo  por  unas  argollas  de  acero  y  con  gemas
      blancas en el borde, fue colocado sobre la cabeza del hobbit.
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