Page 211 - El Hobbit
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tiempo en las sofocantes profundidades de aquellas cavernas encantadas, Bilbo y
los enanos tiritaban al sol.
De pronto Bilbo cayó en la cuenta de que no sólo estaba cansado sino también
muy hambriento. —La mañana ha de estar ya bastante avanzada —dijo—, y
supongo que es la hora del desayuno… si hay algo para desayunar. Pero no creo
que las puertas de Smaug sean el lugar más apropiado para ponerse a comer.
¡Vayamos a un sitio donde estemos un rato tranquilos!
—De acuerdo —dijo Balin—, creo que sé a dónde tenemos que ir: al viejo
puesto de observación en el borde sudeste de la Montaña.
—¿Está muy lejos? —preguntó el hobbit.
—A unas cinco horas de marcha, yo diría. Será una marcha dura. La senda
de la Puerta en la ladera izquierda del arroyo parece estar toda cortada. ¡Pero
mira allá abajo! El río se tuerce de pronto al este de Valle, frente a la ciudad en
ruinas. En ese punto hubo una vez un puente que llevaba a unas escaleras
empinadas en la orilla derecha, y luego a un camino que corría hacia la Colina
del Cuervo. Allí hay (o había) un sendero que dejaba el camino y subía hasta el
puesto de observación. Una dura escalada también, aún si las viejas gradas están
todavía allí.
—¡Señor! —gruñó el hobbit—. ¡Más caminatas y escaladas sin desayuno!
Me pregunto cuántos desayunos y otras comidas habremos perdido dentro de ese
agujero inmundo, que no tiene relojes ni tiempo.
En realidad habían pasado dos noches y el día entre ellas (y no por completo
sin comida) desde que el dragón destrozara la puerta mágica, pero Bilbo había
perdido la cuenta del tiempo, y para él tanto podía haber pasado una noche como
una semana de noches.
—¡Vamos, vamos! —dijo Thorin riéndose; se sentía más animado y hacía
sonar las piedras preciosas que tenía en los bolsillos—. ¡No llames a mi palacio
un agujero inmundo! ¡Espera a que esté limpio y decorado!
—Eso no ocurrirá hasta que Smaug haya muerto —dijo Bilbo, sombrío—.
Mientras tanto, ¿dónde está? Daría un buen desayuno por saberlo. ¡Espero que no
esté allá arriba en la Montaña, observándonos!
Esa idea inquietó mucho a los enanos, y decidieron enseguida que Bilbo y
Balin tenían razón.
—Tenemos que alejarnos de aquí —dijo Dori—, siento como si me
estuviesen clavando los ojos en la nuca.
—Es un lugar frío e inhóspito —dijo Bombur—. Puede que haya algo de
beber pero no veo indicios de comida. En lugares así un dragón está siempre
hambriento.
—¡Adelante, adelante! —gritaron los otros—. Sigamos la senda de Balin.