Page 45 - El Hobbit
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Un breve descanso
N o cantaron ni contaron historias aquel día, aunque el tiempo mejoró; ni al día
siguiente, ni al otro. Habían empezado a sentir que el peligro estaba bastante
cerca y a ambos lados. Acamparon bajo las estrellas, y los caballos comieron
mejor que ellos mismos, pues la hierba abundaba, pero no quedaba mucho en los
zurrones, aun contando con lo que habían sacado a los trolls. Una mañana
vadearon un río por un lugar ancho y poco profundo, resonante de piedras y
espuma. La orilla opuesta era escarpada y resbaladiza. Cuando llegaron a la
cresta, guiando los poneys, vieron que las grandes montañas descendían ya muy
cerca hacia ellos. Parecían alzarse a sólo un día de cómodo viaje desde la falda
más cercana. Tenían un aspecto tenebroso y lóbrego, aunque había manchas de
sol en las laderas oscuras, y más allá centelleaban las cumbres nevadas.
—¿Es aquélla la Montaña? —preguntó Bilbo con voz solemne, mirándola con
asombro; nunca había visto antes algo que pareciese tan enorme.
—¡Desde luego que no! —dijo Balin—. Esto es sólo el principio de las
Montañas Nubladas, tenemos que cruzarlas de algún modo, por encima o por
debajo, antes de que podamos internarnos en las Tierras Ásperas de más allá. Y
aún queda un largo camino desde el otro lado hasta la Montaña Solitaria de
Oriente, en la que Smaug yace tendido sobre el tesoro.
—¡Oh! —dijo Bilbo, y en aquel mismo instante se sintió cansado como nunca
hasta entonces; añoraba una vez más la silla confortable delante del fuego y la
salita preferida en el agujero-hobbit, y el canto de la marmita. ¡No por última