Page 43 - El Hobbit
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temo que pertenecían a las víctimas—, y entre ellos muchas espadas de diversa
factura, forma y tamaño. Dos les llamaron particularmente la atención, por las
hermosas vainas y las empuñaduras enjoyadas. Gandalf y Thorin tomaron una
cada uno, y Bilbo un cuchillo con vaina de cuero. Para un troll no hubiera sido
más que un pequeño cortaplumas, pero al hobbit le servía como espada corta.
—Las hojas parecen buenas —dijo el mago desenvainando una a medias y
observándola con curiosidad—. No han sido forjadas por ningún troll ni herrero
humano de estos lugares y días, pero cuando podamos leer las runas que hay en
ellas, sabremos más.
—Salgamos de este hedor horrible —dijo Fili. Y así sacaron las ollas de
monedas y todos los alimentos que parecían limpios y adecuados para comer, así
como un barril de cerveza del país todavía lleno. Sintieron ganas de desayunar, y
hambrientos como estaban no hicieron ascos a lo que habían sacado de las
despensas de los trolls. De las provisiones que habían traído quedaba ya poco,
pero ahora tenían pan, queso, gran cantidad de cerveza y panceta para asar a las
brasas.
Luego se durmieron, pues la noche no había sido tranquila, y no hicieron nada
hasta la tarde. Entonces trajeron los poneys y se llevaron las ollas del oro y las
enterraron con mucho secreto no lejos del sendero que bordea el río, echándoles
numerosos encantamientos, por si alguna vez tenían oportunidad de regresar y
recobrarlas. Enseguida, volvieron a montar, y trotaron otra vez por el camino
hacia el Este.
—¿Dónde has ido, si puedo preguntártelo? —dijo Thorin a Gandalf mientras
cabalgaban.
—A mirar adelante —respondió Gandalf.
—¿Y qué te hizo volver en el momento preciso?
—Mirar hacia atrás.
—De acuerdo, pero ¿no podrías ser más explícito?
—Me adelanté a explorar el camino. Pronto se hará peligroso y difícil.
Deseaba también acrecentar nuestras pequeñas reservas de alimentos. Sin
embargo no había ido muy lejos cuando me encontré con un par de amigos de
Rivendel.
—¿Dónde queda eso? —preguntó Bilbo.
—No interrumpas —dijo Gandalf—. Llegarás allí en pocos días, si tenemos
suerte, y lo sabrás todo. Como estaba diciendo, encontré dos de los hombres de
Elrond. Huían asustados de los trolls. Por ellos supe que tres trolls habían bajado
de las montañas y se habían asentado en el bosque, no lejos del camino. Habían
espantado a toda la gente del distrito y tendían celadas a los extraños. Enseguida
tuve el presentimiento de que yo hacía falta. Mirando atrás, vi fuego a lo lejos y
me vine. Así que ya lo sabes ahora. Por favor, ten más cuidado la próxima vez;
¡o no llegaremos a ninguna parte!