Page 38 - El Hobbit
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amables señores! Yo mismo cocino bien, y soy mejor cocinero que cocinado, si
      entienden lo que quiero decir. Les prepararé un hermoso desayuno, un desayuno
      perfecto si no me comen en la cena.
        —Pobrecito bribón —dijo Guille; había comido ya hasta hartarse, y también
      había bebido mucha cerveza—. Pobrecito bribón. ¡Dejadlo ir!
        —No hasta que diga qué quiso decir con muchos y ninguno —replicó Berto
      —, no quiero que me rebanen el cuello mientras duermo.
        —¡Ponedle los pies al fuego hasta que hable!
        —No lo haré —dijo Guille—, al fin y al cabo yo lo he atrapado.
        —Eres un gordo estúpido, Guille —dijo Berto—, ya te lo dije antes, por la
      tarde.
        —Y tú, un patán.
        —Y yo no lo permitiré, Guille Estrujónez —dijo Berto, y descargó el puño
      contra el ojo de Guille.
        La  pelea  que  siguió  fue  espléndida.  Bilbo  no  perdió  del  todo  el  juicio,  y
      cuando Berto lo dejó caer, gateó apartándose antes de que los trolls estuviesen
      peleando  como  perros  y  llamándose  a  grandes  voces  con  distintos  apelativos,
      verdaderos  y  perfectamente  adecuados.  Pronto  estuvieron  enredados  en  un
      abrazo  feroz,  casi  rodando  hasta  el  fuego,  dándose  puntapiés  y  aporreándose,
      mientras Tom los golpeaba con una rama para que recobraran el juicio, y por
      supuesto  enfureciéndolos  todavía  más.  Bilbo  hubiera  podido  escapar  en  ese
      mismo  instante.  Pero  las  grandes  garras  de  Berto  le  habían  estrujado  los
      desdichados pies, había perdido el aliento, y la cabeza le daba vueltas; así que allí
      se quedó resollando, justo fuera del círculo de luz.
        De pronto, en plena pelea, apareció Balin. Los enanos habían oído ruidos a lo
      lejos, y luego de esperar un rato a que Bilbo volviera o que gritara como una
      lechuza,  empezaron  a  arrastrarse  hacia  la  luz  tratando  de  no  hacer  ruido.  Tan
      pronto como Tom vio aparecer a Balin a la luz, dio un horrible aullido. Ocurre
      que los trolls no soportan la vista de un enano (crudo). Berto y Guille dejaron
      enseguida de pelear, y: —Un saco, rápido, Tom —dijeron.
        Antes  de  que  Balin,  quien  se  preguntaba  dónde  estaría  Bilbo  en  aquella
      conmoción, se diera cuenta de lo que ocurría, le habían echado un saco sobre la
      cabeza, y lo habían derribado.
        —Aún vendrán más, o me equivoco bastante. Muchos y ninguno, eso es —
      dijo Tom—. No más saquehobbits, pero muchos enanos. ¡Eso es lo que quería
      decir!
        —Pienso que tienes razón —dijo Berto—, y convendría que saliésemos de la
      luz.
        Y  así  hicieron.  Teniendo  en  la  mano  unos  sacos  que  usaban  para  llevar
      carneros y otras presas, esperaron en las sombras. Cuando aparecía algún enano,
      y miraba sorprendido el fuego, las jarras desbordadas y el carnero roído, ¡pop!,
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