Page 39 - El Hobbit
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un saco maloliente le caía sobre la cabeza, y el enano rodaba por el suelo. Pronto
Dwalin yacía al lado de Balin, y Fili y Kili juntos, y Dori y Nori y Ori en un
montón, y Oin, Gloin, Bifur, Bofur y Bombur incómodamente apilados cerca del
fuego.
—Eso les enseñará —dijo Tom, ya que Bifur y Bombur habían causado
muchos problemas y habían peleado como locos, tal como hacen los enanos
cuando se ven acorralados.
Thorin llegó último, y no lo tomaron desprevenido. Llegó esperando
encontrar algo malo, y no necesitó ver las piernas de sus amigos sobresaliendo de
los sacos para darse cuenta de que las cosas no iban del todo bien. Se quedó
fuera, algo aparte, en las sombras, y dijo:
—¿Qué es todo este jaleo? ¿Quién está aporreando a mi gente?
—Son trolls —respondió Bilbo desde atrás del árbol; lo habían olvidado por
completo—. Están escondidos entre los arbustos, con sacos.
—Oh, ¿son trolls? —dijo Thorin, y saltó hacia el fuego cuando los trolls se
precipitaban sobre él.
Alzó una rama gruesa que ardía en un extremo y Berto la tuvo en un ojo
antes de que pudiera esquivarla. Eso lo puso fuera de combate durante un rato.
Bilbo hizo todo lo que pudo. Se aferró de algún modo a una pierna de Tom —era
gruesa como el tronco de un árbol joven—, pero lo enviaron dando vueltas hasta
la copa de unos arbustos, mientras Tom pateaba las chispas hacia la cara de
Thorin. La rama golpeó los dientes de Tom, que perdió un incisivo. Esto lo hizo
aullar, os lo aseguro. Pero justo en ese momento, Guille apareció detrás y le
echó a Thorin un saco a la cabeza y se lo bajó hasta los pies. Y así acabó la
lucha. Un bonito escabeche eran todos ellos ahora, primorosamente atados en
sacos, con tres trolls enfadados (dos con quemaduras y golpes que recordar)
sentados cerca, discutiendo si los asarían a fuego lento, si los picarían fino y luego
los cocerían, o bien si se sentarían sobre ellos, haciéndolos papilla; y Bilbo en lo
alto de un arbusto, con la piel y las vestiduras rasgadas, no atreviéndose a intentar
un movimiento, por miedo de que lo oyeran.
Fue entonces cuando volvió Gandalf, pero nadie lo vio. Los trolls acababan de
decidir que meterían a los enanos en el asador y se los comerían más tarde;
había sido idea de Berto, y tras una larga discusión todos estuvieron de acuerdo.
—No es buena idea asarlos ahora, nos llevaría toda la noche —dijo una voz;
Berto creyó que era la voz de Guille.
—No empecemos de nuevo la discusión, Guille —dijo el otro—, o sí que nos
llevaría toda la noche.
—¿Quién está discutiendo? —dijo Guille, creyendo que había sido Berto el
que había hablado.