Page 47 - El Hobbit
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pues aún no había salido la luna. El poney de Bilbo comenzó a tropezar en raíces
y piedras. Llegaron tan de repente al borde mismo de un declive abrupto, que el
caballo de Gandalf casi resbaló pendiente abajo.
—¡Aquí está, por fin! —anunció el mago, y los otros se agruparon en torno y
miraron por encima del borde; vieron un valle allá abajo.
Podían oír el murmullo del agua que se apresuraba en el fondo, sobre un
lecho de piedras; en el aire había un aroma de árboles, y en la vertiente del otro
lado brillaba una luz.
Bilbo nunca olvidó cómo rodaron y resbalaron en el crepúsculo, bajando por
el sendero empinado y zigzagueante hasta entrar en el valle secreto de Rivendel.
El aire era más cálido a medida que descendían, y el olor de los pinos
amodorraba a Bilbo, quien de vez en cuando cabeceaba y casi se caía, o daba
con la nariz en el pescuezo del poney. Todos parecían cada vez más animados
mientras bajaban. Las hayas y los robles substituyeron a los pinos, y el
crepúsculo era como una atmósfera de serenidad y bienestar. El último verde
casi había desaparecido de la hierba, cuando llegaron al fin a un claro despejado,
no muy por encima de las riberas del arroyo.
« ¡Hummm! ¡Huele como a elfos!» , pensó Bilbo, y levantó los ojos hacia las
estrellas. Ardían brillantes y azules. Justo entonces una canción brotó de pronto,
como una risa entre los árboles:
¡Oh! ¿Qué hacéis,
y a dónde vais?
¡Hay que herrar esos poneys!
¡El río corre!
¡Oh! ¡Tra-la-la-lalle,
aquí abajo en el valle!
¡Oh! ¿Qué buscáis,
y a dónde vais?
¡Los leños humean,
las tartas se doran!
¡Oh! ¡Tral-lel-lel-lelle,
el valle es alegre! ¡Ja! ¡Ja!
¡Oh! ¿Hacia dónde vais
meneando las barbas?
No, no, no sabemos
qué trae a Bolsón
y a Balin y Dwalin
abajo hacia el valle
en junio. ¡Ja! ¡Ja!
¡Oh! ¿Aquí os quedaréis,