Page 1052 - El Señor de los Anillos
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—Gracias, Sam —dijo en un susurro entrecortado—. ¿Cuánto falta aún para
      llegar?
        —No lo sé —respondió Sam—, pues no sé en verdad a dónde vamos.
      Volvió la cabeza, y luego miró para arriba, y al ver el largo trecho que acababa
      de recorrer quedó estupefacto. Vista desde abajo, solitaria y siniestra, la montaña
      le había parecido más alta. Ahora veía que era menos elevada que las gargantas
      que él y Frodo habían escalado en los Ephel Dúath. Los contrafuertes informes y
      dilapidados de la enorme base se elevaban hasta unos tres mil pies por encima de
      la llanura, y sobre ellos, en el centro, se erguía el cono central, que sólo tenía la
      mitad  de  aquella  altura,  y  que  parecía  un  horno  o  una  chimenea  gigantesca
      coronada por un cráter mellado. Pero ya Sam había subido hasta la mitad, y la
      llanura  de  Gorgoroth  apenas  se  veía,  envuelta  en  humos  y  sombras.  Y  si  la
      garganta reseca se lo hubiese permitido, Sam habría dado un grito de triunfo al
      mirar  hacia  la  altura;  porque  allá  arriba,  entre  las  jibas  y  las  estribaciones
      escabrosas, acababa de ver claramente un sendero o camino. Trepaba como una
      cinta  desde  el  oeste,  y  serpeando  alrededor  de  la  montaña,  y  antes  de
      desaparecer en un recodo, llegaba a la base del cono en la cara occidental.
        Sam no alcanzaba a ver por dónde pasaba el camino directamente encima,
      pues  una  cuesta  empinada  lo  ocultaba  a  lo  lejos;  pero  adivinaba  que  lo
      encontraría si era capaz de hacer un último esfuerzo, y la esperanza volvió a él.
      Quizá pudiera aún conquistar la montaña.
        « ¡Hasta diría que lo han puesto a propósito!» , se dijo. « Si ese sendero no
      estuviera allí, ahora tendría que aceptar que he sido derrotado.»
        El camino no había sido construido a propósito para Sam. Él no lo sabía, pero
      aquel era el Camino de Sauron, el que iba desde Barad-dûr hasta los Sammath
      Naur,  los  Recintos  del  Fuego.  Partía  de  la  gran  puerta  occidental  de  la  Torre
      Oscura,  atravesaba  por  un  largo  puente  de  hierro  un  abismo  profundo,  y  se
      internaba  luego  en  los  llanos;  durante  una  legua  corría  entre  dos  precipicios
      humeantes  y  llegaba  a  un  extenso  terraplén  empinado  en  el  flanco  oriental.
      Desde allí, girando y enroscándose en la ancha cintura de la montaña de norte a
      sur,  trepaba  por  fin  alrededor  del  cono,  pero  lejos  aún  de  la  cima  humeante,
      hasta una entrada oscura que miraba al este, a la ventana del Ojo en la fortaleza
      envuelta en sombras de Sauron. La vorágine de los hornos de la montaña obstruía
      o destruía el camino con frecuencia, y una tropa de orcos trabajaba día y noche
      reparándolo y limpiándolo.
        Sam respiró con fuerza. Había un sendero, pero no sabía cómo escalaría la
      ladera que llevaba a él. Ante todo necesitaba aliviar la espalda dolorida. Se acostó
      un rato junto a Frodo. Ninguno de los dos hablaba. La claridad crecía lentamente.
      De pronto lo asaltó un sentimiento inexplicable de apremio, como si alguien le
      hubiese gritado: ¡Ahora, ahora, o será demasiado tarde! Se incorporó. También
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