Page 1057 - El Señor de los Anillos
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Y al abandonar de pronto todos los planes y designios, las redes de miedo y
perfidia, las estratagemas y las guerras, un estremecimiento sacudió al reino
entero, de uno a otro confín; y los esclavos se encogieron, y los ejércitos
suspendieron la lucha, y los capitanes, de pronto sin guía, privados de voluntad,
temblaron y desesperaron. Porque habían sido olvidados. La mente y los afanes
del poder que los conducía se concentraban ahora con una fuerza irresistible en la
montaña. Convocados por él, remontándose con un grito horripilante, en una
última carrera desesperada, más raudos que los vientos volaron los Nazgûl, los
Espectros del Anillo, y en medio de una tempestad de alas se precipitaron al sur,
hacia el Monte del Destino.
Sam se levantó. Se sentía aturdido, y la sangre que le manaba de la cabeza le
oscurecía la vista. Avanzó a tientas, y de pronto se encontró con una escena
terrible y extraña. Gollum en el borde del abismo luchaba frenéticamente con un
adversario invisible. Se balanceaba de un lado a otro, tan cerca del borde que por
momentos parecía que iba a despeñarse; retrocedía, se caía, se levantaba y
volvía a caer. Y siseaba sin cesar, pero no decía nada.
Los fuegos del abismo despertaron iracundos, la luz roja se encendió en
grandes llamaradas, y un resplandor incandescente llenó la caverna. Y de pronto
Sam vio que las largas manos de Gollum subían hasta la boca; los blancos
colmillos relucieron y se cerraron con un golpe seco al morder. Frodo lanzó un
grito, y apareció, de rodillas en el borde del abismo. Pero Gollum bailaba
desenfrenado, y levantaba en alto el Anillo, con un dedo todavía ensartado en el
aro. Y ahora brillaba como si en verdad lo hubiesen forjado en fuego vivo.
—¡Tesssoro, tesssoro, tesssoro! —gritaba Gollum—. ¡Mi tesssoro! ¡Oh mi
Tesssoro! —Y entonces, mientras alzaba los ojos para deleitarse en el botín, dio
un paso de más, se tambaleó un instante en el borde, y luego, con un alarido, se
precipitó en el vacío. Desde los abismos llegó su último lamento ¡Tesssoro! y
desapareció para siempre.
Hubo un rugido y una gran confusión de ruidos. Las llamas brincaron lamieron el
techo. Los golpes aumentaron y se convirtieron en un tumulto, y la montaña
tembló. Sam corrió hacia Frodo, lo levantó y lo llevó en brazos hasta la puerta. Y
allí, en el oscuro umbral de los Sammath Naur, allá arriba, lejos, muy lejos de
las llanuras de Mordor, quedó de pronto inmóvil de asombro y de terror, y
olvidándose de todo miró en torno, como petrificado.
Tuvo una visión fugaz de nubes turbulentas, en medio de las cuales se erguían
torres y murallas altas como colinas, levantadas sobre el poderoso trono de la
montaña por encima de fosos insondables; vastos patios y mazmorras, y prisiones
de muros ciegos y verticales como acantilados, y puertas entreabiertas de acero