Page 1101 - El Señor de los Anillos
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—¡Mía, mía, sí y a buen precio la compré! —gritó Saruman, arrebatándole la
      tabaquera—.  Esto  no  es  más  que  una  restitución  simbólica;  porque  tomaste
      mucho más, estoy seguro. De todos modos, un mendigo ha de estar agradecido,
      cuando un ladrón le devuelve siquiera una migaja de lo que le pertenece. Bien, te
      servirá  de  escarmiento  si  al  volver  a  tu  tierra,  encuentras  que  las  cosas  no
      marchan tan bien como a ti te gustaría en la Cuaderna del Sur. ¡Ojalá por largo
      tiempo escasee la hierba en tu país!
        —¡Gracias!  —dijo  Merry—.  En  ese  caso  quiero  que  me  devuelvas  mi
      tabaquera, que no es tuya y ha viajado conmigo mucho y muy lejos. Envuelve
      la hierba en uno de tus harapos.
        —A ladrón, ladrón y medio —dijo Saruman, volviéndole la espalda a Merry;
      y dándole un puntapié a Lengua de Serpiente, se alejó en dirección al bosque.
        —¡Bueno,  lo  que  faltaba!  —dijo  Pippin—.  ¡Ladrón!  ¿Y  qué  indemnización
      tendríamos  que  reclamar  nosotros  por  haber  sido  emboscados,  heridos,  y
      llevados a la rastra por los orcos a través de Rohan?
        —¡Ah!  —dijo  Sam—.  Y  dijo  la  compré.  ¿Cómo?,  me  pregunto.  Y  no  me
      gustó nada lo que dijo de la Cuaderna del Sur. Es hora de que volvamos.
        —Por cierto que sí —dijo Frodo—. Pero no podremos llegar más rápido, si
      antes vamos a ver a Bilbo. Pase lo que pase, yo iré primero a Rivendel.
        —Sí, creo que sería lo mejor —dijo Gandalf—. Pero ¡pobre Saruman! Temo
      que ya no se pueda hacer nada por él. No es más que una piltrafa. A pesar de
      todo, sé que Bárbol está en lo cierto: sospecho que aún es capaz de un poco de
      maldad mezquina y en menor escala.
        Al día siguiente se internaron en las Tierras Pardas septentrionales, una región
      ahora deshabitada aunque verde y apacible. Septiembre llegó con días dorados y
      noches  de  plata;  y  cabalgaron  tranquilos  hasta  llegar  al  Río  de  los  Cisnes,  y
      encontraron el antiguo vado, al este de las cascadas que se precipitaban en los
      bajíos. A lo lejos hacia el oeste, se extendían las marismas y los islotes envueltos
      en niebla, y el río que serpenteaba entre ellos para ir a volcarse en el Agua Gris:
      allí entre los juncales había muchos cisnes.
        Así entraron en Eregion, y por fin una mañana hermosa centelleó sobre las
      brumas;  desde  el  campamento  que  habían  levantado  en  una  colina  baja,  los
      viajeros vieron a lo lejos en el este tres picos que se erguían a la luz del sol entre
      nubes flotantes: Caradhras, Celebdil y Fanuidhol. Estaban llegando a las cercanías
      de las Puertas de Moría.
        Allí  se  demoraron  siete  días,  porque  se  acercaba  otra  separación  que  era
      penosa para todos. Pronto Celeborn y Galadriel y su gente se encaminarían al
      este,  y  pasando  por  la  Puerta  del  Rubicorno  descenderían  la  Escalera  de  los
      Arroyos Oscuros hasta llegar al Cauce de Plata y a Lothlórien. Habían hecho
      aquella larga travesía por los caminos del oeste, porque tenían muchas cosas de
      que hablar con Elrond y con Gandalf, quienes se quedaron allí con ellos varios
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