Page 192 - El Señor de los Anillos
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qué hablaban. ¿Pero cómo sabes que están en la carta de Gandalf, si nunca la
      leíste?
        —No lo sabía —respondió Trancos—. Pero soy Aragorn y esos versos van
      con ese nombre. —Sacó la espada y vieron que la hoja estaba de veras quebrada
      a un pie del pomo—. No sirve de mucho, ¿eh, Sam? —continuó—. Pero poco
      falta para que sea forjada de nuevo.
        Sam no dijo nada.
        —Bueno —dijo Trancos—, con el permiso de Sam, diremos que el trato está
      hecho. Trancos será vuestro guía. Tendremos un rudo trecho mañana. Aunque
      podamos  dejar  Bree  sin  mayores  dificultades,  ya  no  pasaremos  inadvertidos.
      Pero trataré de que nos pierdan lo antes posible. Conozco uno o dos caminos para
      salir  de  Bree,  además  de  la  ruta  principal.  Una  vez  que  nos  libremos  de
      perseguidores, iremos hacia la Cima de los Vientos.
        —¿La Cima de los Vientos? —dijo Sam—. ¿Qué es eso?
        —Es una colina, justo al norte de la ruta, casi a medio camino entre Bree y
      Rivendel. Domina todas las tierras vecinas y tendremos la posibilidad de mirar
      alrededor.  Gandalf  irá  allí,  si  nos  sigue.  Luego  de  la  Cima  de  los  Vientos  el
      camino será más difícil y tendremos que elegir entre varios peligros.
        —¿Cuándo viste a Gandalf por última vez? —preguntó Frodo—. ¿Sabes dónde
      está o qué hace ahora?
        Trancos mostró un aire grave.
        —No  lo  sé  —dijo—.  Vine  al  oeste  con  él  en  la  primavera.  He  vigilado  a
      menudo  las  fronteras  de  la  Comarca  en  los  últimos  años,  cuando  él  andaba
      ocupado en alguna otra parte. Pocas veces las descuidaba. Nos encontramos por
      última  vez  el  primero  de  mayo,  en  el  Vado  de  Sarn,  en  el  curso  inferior  del
      Brandivino. Me dijo que los asuntos contigo habían ido bien y que partirías para
      Rivendel en la última semana de septiembre. Sabiendo que él estaba a tu lado,
      me fui de viaje a atender mis propios asuntos. Y esto resultó un error, pues es
      evidente que le llegaron ciertas noticias y yo no estaba allí para ayudar.
        » Estoy preocupado por primera vez desde que lo conozco. Tendríamos que
      haber recibido algún mensaje, más aún si no pudo venir él mismo. A mi regreso,
      ya  hace  días,  me  enteré  de  las  malas  nuevas.  Se  decía  por  todas  partes  que
      Gandalf había desaparecido y que se habían visto unos Jinetes. Fueron los elfos
      de Gildor quienes me lo dijeron; y más tarde me contaron que ya no estabas en
      tu casa, pero no se sabía que hubieras dejado Los Gamos. He estado observando
      el Camino del Este con impaciencia.
        —¿Piensas que  los  Jinetes  Negros tengan alguna  relación  con  eso… quiero
      decir con la ausencia de Gandalf? —preguntó Frodo.
        —No  conozco  ninguna  otra  cosa  que  hubiese  podido  detenerlo,  excepto  el
      enemigo  mismo  —dijo  Trancos—.  ¡Pero  no  te  desanimes!  Gandalf  es  más
      grande de lo que se supone en la Comarca; como regla general no veis de él otra
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