Page 188 - El Señor de los Anillos
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—¿Qué quiere decir? —preguntó Frodo.
        —Esos hombres negros —dijo el posadero bajando la voz—. Están buscando
      a Bolsón, y si tienen buenas intenciones, yo soy un hobbit. Era lunes y todos los
      perros aullaban y los gansos graznaban. Sobrenatural, diría yo. Nob vino y me
      dijo  que  dos  hombres  negros  estaban  a  la  puerta  preguntando  por  un  hobbit
      llamado Bolsón. Nob tenía los pelos de punta. Les dije a esos tipos negros que se
      fueran y les cerré la puerta en las narices; pero han estado haciendo la misma
      pregunta  a  lo  largo  de  todo  el  camino  hasta  Archet,  me  han  dicho.  Y  ese
      montaraz, Trancos, ha estado preguntando también. Trató de venir aquí a verlo,
      antes que usted probara un bocado, eso hizo.
        —¡Eso  hizo!  —dijo  Trancos  de  pronto,  saliendo  a  la  luz—.  Y  se  habrían
      evitado muchas dificultades, si me hubieses dejado entrar, Cebadilla.
        El posadero dio un salto, sorprendido.
        —¡Tú! —gritó—. Siempre apareces de repente. ¿Qué quieres ahora?
        —Está aquí con mi consentimiento —dijo Frodo—. Vino a ofrecerme ayuda.
        —Bien,  usted  sabe  lo  que  hace,  quizá  —dijo  el  señor  Mantecona  mirando
      desconfiadamente  a  Trancos—.  Pero  si  estuviera  en  la  situación  de  usted  no
      frecuentaría montaraces.
        —¿Y a quién frecuentarías tú? —preguntó Trancos—. ¿A un posadero gordo
      que se acuerda de su propio nombre sólo porque la gente lo llama a gritos todo el
      día?  No  pueden  quedarse  en  El  Poney  para  siempre  y  no  pueden  regresar.
      Tienen  un  largo  camino  por  delante.  ¿Los  acompañarás,  manteniendo  a  los
      hombres negros a distancia?
        —¿Yo? ¿Dejar Bree? No lo haría aunque me ofrecieran dinero —dijo el señor
      Mantecona que parecía realmente asustado—. ¿Pero por qué no se quedan aquí
      tranquilos un tiempo, señor Sotomonte? ¿Qué son esas cosas raras? Qué buscan
      esos hombres negros, y de dónde vienen, quisiera saber.
        —Lamento no poder explicarlo todo —dijo Frodo—. Estoy cansado y muy
      preocupado  y  es  una  larga  historia.  Pero  si  quiere  ayudarme,  le  advierto  que
      usted correrá peligro mientras yo esté aquí. Esos Jinetes Negros: no estoy seguro,
      pero pienso… temo que vengan de…
        —Vienen de Mordor —dijo Trancos en voz baja—. De Mordor, Cebadilla, si
      eso significa algo para ti.
        —¡Misericordia!  —gritó  el  señor  Mantecona  empalideciendo;  el  nombre
      evidentemente le era conocido—. Esta es la peor noticia que haya llegado a Bree
      en todos mis años.
        —Lo es —dijo Frodo—. ¿Quiere todavía ayudarme?
        —Sí, señor —dijo Mantecona—, más que nunca. Aunque no sé qué puedan
      hacer gentes como yo contra, contra…
        Se le quebró la voz.
        —Contra  la  Sombra  del  Este  —dijo  Trancos  con  calma—.  No  mucho,
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