Page 191 - El Señor de los Anillos
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Tan pronto como decidí la cuestión, estuve dispuesto a contestar todas las
preguntas. Pero he de admitir —añadió con una risa rara— que he esperado que
me aceptaran por lo que soy. Un hombre perseguido se cansa a veces de
desconfiar y desea tener amigos. Pero en esto yo diría que las apariencias están
contra mí.
—Lo están… a primera vista por lo menos —rió Pippin, muy aliviado luego
de leer la carta de Gandalf—. Pero luce bien quien hace bien, como dicen en la
Comarca. Y todos tendremos el mismo semblante cuando hayamos dormido día
tras día en setos y fosos.
—Necesitarías más que unos pocos días, o semanas, o años, de vida
errabundo en las tierras salvajes para parecerte a Trancos —dijo el hombre—. Y
antes morirás, a no ser que estés hecho de una materia más dura de lo que
parece.
Pippin cerró la boca, pero Sam no se acobardaba y continuaba mirando a
Trancos de mala manera.
—¿Cómo sabemos que es usted el Trancos de que habla Gandalf? —preguntó
—. Nunca mencionó a Gandalf, hasta la aparición de la carta. Quizá sea un espía
que interpreta un papel, por qué no, tratando de que lo acompañemos. Quizá se
deshizo del verdadero Trancos y tomó sus ropas. ¿Qué me responde?
—Que eres un individuo audaz —dijo Trancos—, pero temo que mi única
respuesta, Sam Gamyi, es ésta. Si yo hubiese matado al verdadero Trancos,
podría matarte a ti. Y ya lo hubiera hecho, sin tanta charla. Si quisiera el Anillo,
podría tenerlo… ¡ahora!
Trancos se incorporó y de pronto pareció más alto. Le brillaba una luz en los
ojos, penetrante e imperatoria. Echando atrás la capa, apoyó la mano en el pomo
de una espada que le colgaba a un costado. Los hobbits no se atrevieron a
moverse. Sam se quedó mirándolo, boquiabierto.
—Pero soy por fortuna el verdadero Trancos —dijo, mirándolos, el rostro
suavizado por una repentina sonrisa—. Soy Aragorn hijo de Arathorn y si por la
vida o por la muerte puedo salvaros, así lo haré.
Hubo un largo silencio. Al fin Frodo habló titubeando:
—Pensé que eras un amigo antes que llegara la carta —dijo—, o por lo
menos así quise creerlo. Me asustaste varias veces esta noche, pero nunca como
lo hubiera hecho un servidor del enemigo, o así me parece al menos. Pienso que
un espía del enemigo… bueno, hubiese parecido más hermoso y al mismo
tiempo más horrible, si tú me entiendes.
—Ya veo —rió Trancos—. Tengo mal aspecto, y las apariencias engañan, ¿no
es así? No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida.
—¿Entonces los versos se referían a ti? —preguntó Frodo—. No comprendí de