Page 242 - El Señor de los Anillos
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Muchos encuentros
F rodo despertó y se encontró tendido en una cama. Al principio creyó que había
dormido mucho, luego de una larga pesadilla que todavía le flotaba en las
márgenes de la memoria. ¿O quizás había estado enfermo? Pero el cielo raso le
parecía extraño: chato, y con vigas oscuras, muy esculpidas. Se quedó acostado
todavía un momento, mirando los parches de sol en la pared y escuchando el
rumor de una cascada.
—¿Dónde estoy y qué hora es? —le preguntó en voz alta al cielo raso.
—En la casa de Elrond, y son las diez de la mañana —dijo una voz—. Es la
mañana del veinticuatro de octubre, si quieres saberlo.
—¡Gandalf! —exclamó Frodo, incorporándose.
Allí estaba el viejo mago, sentado en una silla junto a la ventana abierta.
—Sí —dijo Gandalf—, aquí estoy. Y tú tienes suerte de estar también aquí,
luego de todos los disparates que hiciste últimamente.
Frodo se acostó de nuevo. Se sentía demasiado cómodo y en paz para discutir,
y de cualquier manera sabía que no llevaría la mejor parte en una discusión.
Estaba completamente despierto ahora y recordaba los acontecimientos del
viaje: el desastroso « atajo» por el Bosque Viejo, el accidente en el Poney
Pisador y la tontería de haberse puesto el Anillo en la cañada, al pie de la Cima
de los Vientos. Mientras pensaba todas estas cosas, tratando en vano de recordar
qué había ocurrido luego y cómo había llegado a Rivendel, hubo un largo
silencio, interrumpido sólo por las suaves bocanadas de la pipa de Gandalf, que
lanzaba por la ventana anillos de humo blanco.
—¿Dónde está Sam? —preguntó Frodo al fin—. ¿Y los otros, cómo se
encuentran?
—Sí, todos están sanos y salvos —respondió Gandalf—. Sam estuvo aquí
hasta que yo lo mandé a descansar, hace una media hora.
—¿Qué pasó en el vado? —dijo Frodo—. Parecía todo tan confuso, y todavía
lo parece.
—Sí, lo creo. Empezabas a desaparecer —respondió Gandalf—. La herida al
fin estaba terminando contigo; pocas horas más y no hubiésemos podido
ayudarte. Pero hay en ti una notable resistencia, ¡mi querido hobbit! Como
mostraste en los Túmulos. Te salvaste por un pelo; quizá fue el momento más
peligroso de todos. Ojalá hubieses resistido en la Cima de los Vientos.
—Parece que ya sabes mucho —dijo Frodo—. No les hablé del Túmulo a los
otros. Al principio era demasiado horrible y luego hubo otras cosas en que pensar.
¿Cómo te enteraste?
—Has estado hablando en sueños, Frodo —dijo Gandalf gentilmente—. Y no
me ha sido difícil leerte los pensamientos y la memoria. ¡No te preocupes!