Page 247 - El Señor de los Anillos
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río. En el momento en que llegó la creciente, Glorfindel corrió hacia el agua,
seguido por Aragorn y los otros, todos llevando antorchas encendidas. Atrapados
entre el fuego y el agua y viendo a un Señor de los Elfos, que mostraba todo el
poder de su furia, los Jinetes se acobardaron y los caballos enloquecieron. Tres
fueron arrastrados río abajo por el primer asalto de la crecida; luego los caballos
echaron a los otros al agua.
—¿Y ese fue el fin de los Jinetes? —preguntó Frodo.
—No —dijo Gandalf—. Los caballos tienen que haber muerto, y sin ellos son
como impedidos. Pero los Espectros del Anillo no pueden ser destruidos con tanta
facilidad. Sin embargo, y por el momento, no son ya criaturas de temer. Tus
amigos cruzaron, cuando pasó la inundación, y te encontraron tendido de bruces
en lo alto de la barranca, con una espada rota bajo el cuerpo. El caballo hacía
guardia a tu lado. Tú estabas pálido y frío y temieron que hubieses muerto o algo
peor. La gente de Elrond los encontró allí y te trajeron lentamente a Rivendel.
—¿Quién provocó la crecida? —dijo Frodo.
—Elrond la ordenó —respondió Gandalf—. El río de este valle está bajo el
dominio de Elrond. Las aguas se levantan furiosas cuando él cree necesario
cerrar el vado. Tan pronto como el capitán de los Espectros del Anillo entró a
caballo en el agua, soltaron la avenida. Si me lo permites añadiré un toque
personal a la historia: quizá no lo notaste, pero algunas de las olas se encabritaron
como grandes caballos blancos montados por brillantes Jinetes blancos; y había
muchas piedras que rodaban y crujían. Por un momento temí que hubiésemos
liberado una furia demasiado poderosa y que la crecida se nos fuera de las
manos y os arrastrara a todos vosotros. Hay gran vigor en las aguas que bajan de
las nieves de las Montañas Nubladas.
—Sí, todo me viene a la memoria ahora —dijo Frodo—: el tremendo rugido.
Pensé que me ahogaba, con mis amigos y todos. ¡Pero ahora estamos a salvo!
Gandalf echó una rápida mirada a Frodo, pero el hobbit había cerrado los
ojos.
—Sí, estamos todos a salvo por el momento. Pronto habrá fiesta y regocijo
para celebrar la victoria en el Vado del Bruinen y allí estaréis todos vosotros
ocupando sitios de honor.
—¡Espléndido! —dijo Frodo—. Es maravilloso que Elrond y Glorfindel y tan
grandes señores, sin hablar de Trancos, se molesten tanto y sean tan bondadosos
conmigo.
—Bueno, hay muchas razones para que así sea —dijo Gandalf, sonriendo—.
Yo soy una buena razón. El Anillo es otra; tú eres el Portador del Anillo. Y eres el
heredero de Bilbo, que encontró el Anillo.
—¡Querido Bilbo! —dijo Frodo, soñoliento—. Me pregunto dónde andará. Me
gustaría que estuviese aquí y pudiese oír toda esta historia. Se hubiera reído con
ganas. ¡La vaca que saltó por encima de la luna! ¡Y el pobre viejo troll!