Page 252 - El Señor de los Anillos
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muestren tanta amistad como los del valle. Son buena gente los Bárdidos. El nieto
      de Bard el Arquero es quien los gobierna, Brand hijo de Bain hijo de Bard. Es un
      rey poderoso, y sus dominios llegan ahora muy al sur y al este de Esgarot.
        —¿Y qué me dice de la gente de usted? —preguntó Frodo.
        —Hay mucho que decir, bueno y malo —respondió Glóin—, pero casi todo
      bueno.  Hemos  tenido  suerte  hasta  ahora,  aunque  no  escapamos  al
      ensombrecimiento de la época. Si realmente quiere oír de nosotros, le daré todas
      las noticias que quiera. ¡Pero hágame callar cuando esté cansado! La lengua se
      les suelta a los enanos cuando hablan de sí mismos, dicen.
        Y luego de esto Glóin se embarcó en un largo relato sobre el Reino de los
      Enanos. Le encantaba haber encontrado un oyente tan cortés, pues Frodo no daba
      señales de fatiga y no trataba de cambiar el tema, aunque en verdad pronto se
      encontró perdido entre los extraños nombres de personas y lugares de los que
      nunca había oído hablar. Le interesó saber sin embargo que Dáin reinaba todavía
      bajo  la  montaña,  que  era  viejo  (habiendo  cumplido  ya  doscientos  cincuenta
      años),  venerable  y  fabulosamente  rico.  De  los  diez  compañeros  que  habían
      sobrevivido  a  la  Batalla  de  los  Cinco  Ejércitos,  siete  estaban  todavía  con  él:
      Dwalin, Glóin, Dori, Nori, Bifur, Bofur y Bombur. Bombur era ahora tan gordo
      que  no  podía  trasladarse  por  sus  propios  medios  de  la  cama  a  la  mesa,  y  se
      necesitaban seis jóvenes enanos para levantarlo.
        —¿Y qué se hizo de Balin y Ori y Oin? —preguntó Frodo.
        Una sombra cruzó la cara de Glóin.
        —No  lo  sabemos  —respondió—.  He  venido  a  pedir  consejo  a  gentes  que
      moran  en  Rivendel  en  gran  parte  a  causa  de  Balin.  ¡Pero  por  esta  noche
      hablemos de cosas más alegres!
        Glóin se puso entonces a hablar de las obras de los enanos y le comentó a
      Frodo los trabajos que habían emprendido en el valle y bajo la montaña.
        —Hemos trabajado bien —dijo—, pero en metalurgia no podemos rivalizar
      con nuestros padres, muchos de cuyos secretos se han perdido. Hacemos buenas
      armaduras  y  espadas  afiladas,  pero  las  hojas  y  las  cotas  de  malla  no  pueden
      compararse  con  las  de  antes  de  la  venida  del  dragón.  Sólo  en  minería  y  en
      construcciones  hemos  superado  los  viejos  tiempos.  ¡Tendría  usted  que  ver  los
      canales del valle, Frodo, y las montañas y las fuentes! ¡Tendría usted que ver las
      calzadas de piedras de distintos colores! ¡Y las salas y calles subterráneas con
      arcos tallados como árboles y las terrazas y torres que se alzan en las faldas de la
      montaña! Vería usted entonces que no hemos estado ociosos.
        —Iré y lo veré, si me es posible alguna vez —dijo Frodo—. ¡Cómo se hubiera
      sorprendido Bilbo viendo todos esos cambios en la Desolación de Smaug!
        Glóin miró a Frodo y sonrió.
        —¿Usted quería mucho a Bilbo, no es así? preguntó.
        —Sí —respondió Frodo—. Preferiría verlo a él antes que todas las torres y
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