Page 251 - El Señor de los Anillos
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como el blanco de nieve de las ropas. Llevaba un cinturón de plata, y una cadena
      de plata y diamantes le colgaba del cuello. Frodo dejó de comer para mirarlo.
        —¡Bienvenido  y  feliz  encuentro!  —dijo  el  enano  volviéndose  hacia  él  y
      levantándose del asiento hizo una reverencia—. Glóin, para servir a usted —dijo
      inclinándose todavía más.
        —Frodo  Bolsón,  para  servir  a  usted  y  a  la  familia  de  usted  —dijo  Frodo
      correctamente, levantándose sorprendido y desparramando los almohadones—.
      ¿Me equivoco al pensar que es usted el Glóin, uno de los doce compañeros del
      gran Thorin Escudo-de-Roble?
        —No  se  equivoca  —dijo  el  enano,  juntando  los  almohadones  y  ayudando
      cortésmente a Frodo a volver a la silla—. Y yo no pregunto, pues ya me han
      dicho  que  es  usted  pariente  y  heredero  de  nuestro  célebre  amigo  Bilbo.
      Permítame felicitarlo por su restablecimiento.
        —Muchas gracias —dijo Frodo.
        —Ha  tenido  usted  aventuras  muy  extrañas,  he  oído  —dijo  Glóin—.  No
      alcanzo a imaginarme qué motivo pueden tener cuatro hobbits para emprender
      un viaje tan largo. Nada semejante había ocurrido desde que Bilbo estuvo con
      nosotros. Pero quizá yo no debiera hacer preguntas tan precisas, pues ni Elrond ni
      Gandalf parecen dispuestos a hablar del asunto.
        —Pienso  que  no  hablaremos  de  eso,  al  menos  por  ahora  —dijo  Frodo
      cortésmente.  Entendía  que,  aun  en  la  casa  de  Elrond,  el  Anillo  no  era  tema
      común  de  conversación  y  de  cualquier  modo  deseaba  olvidar  las  dificultades
      pasadas, por un tiempo—. Pero yo también me pregunto —continuó— qué traerá
      a un enano tan importante a tanta distancia de la Montaña Solitaria.
        Glóin lo miró.
        —Si todavía no lo sabe, tampoco hablaremos de eso, me parece. El Señor
      Elrond  nos  convocará  a  todos  muy  pronto,  creo,  y  oiremos  entonces  muchas
      cosas. Pero hay todavía otras, de las que se puede hablar.
        Conversaron durante todo el resto de la comida, pero Frodo escuchaba más
      de lo que hablaba, pues las noticias de la Comarca, aparte de las que se referían
      al  Anillo,  parecían  menudas,  lejanas  e  insignificantes,  mientras  que  Glóin  en
      cambio  tenía  mucho  que  decir  de  las  regiones  septentrionales  de  las  Tierras
      Ásperas. Frodo supo que Grimbeorn el Viejo, hijo de Beorn, era ahora el señor
      de muchos hombres vigorosos y que ni orcos ni lobos se atrevían a entrar en su
      país, entre las montañas y el Bosque Negro.
        —En  verdad  —dijo  Glóin—,  si  no  fuera  por  los  Beórnidas,  ir  del  valle  a
      Rivendel  hubiese  sido  imposible  desde  hace  mucho  tiempo.  Son  hombres
      valientes y mantienen abierto el Paso Alto y el Vado de Carroca. Pero el peaje
      es elevado —añadió sacudiendo la cabeza—, y como los Beorn de antaño, no
      gustan mucho de los enanos. Sin embargo, son gente en la que se puede confiar y
      eso  es  mucho  en  estos  días.  Pero  en  ninguna  parte  hay  hombres  que  nos
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