Page 244 - El Señor de los Anillos
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Gandalf—. Es bastante sagaz en su propio terreno. Piensa menos de lo que habla
y más lentamente; sin embargo puede ver a través de una pared de ladrillos
(como dicen en Bree). Pero pocos quedan en la Tierra Media como Aragorn hijo
de Arathorn. La raza de los Reyes de Más Allá del Mar está casi extinguida. Es
posible que esta Guerra del Anillo sea su última aventura.
—¿Quieres decir realmente que Trancos pertenece al pueblo de los viejos
Reyes? —dijo Frodo, asombrado—. Pensé que habían desaparecido todos, hace
ya mucho tiempo. Pensé que era sólo un montaraz.
—¡Sólo un montaraz! —exclamó Gandalf—. Mi querido Frodo, eso son
justamente los montaraces: los últimos vestigios en el Norte de un gran pueblo,
los Hombres del Oeste. Me ayudaron ya en el pasado y necesitaré que me
ayuden en el futuro; pues aunque hemos llegado a Rivendel, el Anillo no ha
encontrado todavía reposo.
—Imagino que no —dijo Frodo—, pero hasta ahora mi único pensamiento
era llegar aquí, y espero no tener que ir más lejos. El simple descanso es algo
muy agradable. He tenido un mes de exilio y aventuras y pienso que es
suficiente para mí.
Calló y cerró los ojos. Al cabo de un rato habló de nuevo:
—He estado sacando cuentas —dijo—, y el total no llega al veinticuatro de
octubre. Hoy sería el veintiuno de octubre. Tuvimos que haber llegado al vado el
día veinte.
—En tu estado actual, has hablado demasiado y has sacado demasiadas
cuentas —dijo Gandalf—. ¿Cómo sientes ahora el hombro y el costado?
—No sé —dijo Frodo—. No los siento nada, lo que quizás es un adelanto, pero
—hizo un esfuerzo— el brazo puedo moverlo un poco. Sí, está volviendo a la vida.
No está frío —añadió, tocándose la mano izquierda con la derecha.
—¡Bien! —dijo Gandalf—. Se está restableciendo. Pronto estarás curado del
todo. Elrond ha estado cuidándote, durante días, desde que te trajeron aquí.
—¿Días? —dijo Frodo.
—Bueno, cuatro noches y tres días, para ser exactos. Los elfos te trajeron del
vado en la noche del veinte y es ahí donde perdiste la cuenta. Hemos estado muy
preocupados, y Sam no dejó tu cabecera ni de día ni de noche, excepto para
llevar algún mensaje. Elrond es un maestro del arte de curar, pero las armas del
enemigo son mortíferas. Para decirte la verdad, yo tuve muy pocas esperanzas,
pues se me ocurrió que en la herida cerrada había quedado algún fragmento de
la hoja. Pero no pudimos encontrarlo hasta anoche. Elrond extrajo una esquirla.
Estaba muy incrustada en la carne y abriéndose paso hacia dentro.
Frodo se estremeció recordando el cruel puñal de hoja mellada que se había
desvanecido en manos de Trancos.
—¡No te alarmes! —dijo Gandalf—. Ya no existe. Ha sido fundida. Y parece
que los hobbits se desvanecen de muy mala gana. He conocido guerreros