Page 243 - El Señor de los Anillos
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Aunque hablé de « disparates» , no lo dije en serio. Pienso bien de ti y de los
demás. No es poca hazaña haber llegado tan lejos y a través de tantos peligros y
conservar todavía el Anillo.
—No hubiésemos podido sin la ayuda de Trancos —dijo Frodo—. Pero te
necesitábamos. Sin ti, yo no sabía qué hacer.
—Me retrasé —dijo Gandalf—, y esto casi fue nuestra pérdida. Sin embargo,
no estoy seguro. Quizás haya sido mejor así.
—¡Pero cuéntame qué pasó!
—¡Todo a su tiempo! Hoy no tienes que hablar ni preocuparte por nada; son
órdenes de Elrond.
—Pero hablar me impediría pensar y hacer suposiciones, lo que es casi tan
agotador —dijo Frodo—. Estoy ahora muy despierto y recuerdo tantas cosas que
necesitan de una explicación. ¿Porqué te retrasaste? Al menos tendrías que
contarme eso.
—Ya oirás todo lo que quieres saber —dijo Gandalf—. Tendremos un
Concilio, tan pronto como estés bien. Por el momento sólo te diré que estuve
prisionero.
—¿Tú? —exclamó Frodo.
—Sí, yo, Gandalf el Gris —dijo el mago solemnemente—. Hay muchos
poderes en el mundo, para el bien y para el mal. Algunos son más grandes que
yo. Contra otros, todavía no me he medido. Pero mi tiempo se acerca. El Señor
de Morgul y los Jinetes Negros han dejado la guarida. ¡La guerra está próxima!
—Entonces tú sabías de los jinetes… antes que yo los encontrara.
—Sí, sabía de ellos. En verdad te hablé de ellos una vez; los Jinetes Negros son
los Espectros que guardan el Anillo, los Nueve Siervos del Señor de los Anillos.
Pero yo ignoraba que hubiesen reaparecido, o te hubiera acompañado desde un
comienzo. No tuve noticias de ellos hasta después de dejarte, en junio; pero esta
historia tiene que esperar. Por el momento, Aragorn nos ha salvado del desastre.
—Sí —dijo Frodo—, fue Trancos quien nos salvó. Sin embargo, tuve miedo
de él al principio. Creo que Sam nunca le tuvo confianza, por lo menos no hasta
que encontramos a Glorfindel.
Gandalf sonrió.
—Sé todo acerca de Sam —dijo—. Ya no tiene más dudas.
—Me alegra —dijo Frodo—, pues he llegado a apreciar de veras a Trancos.
Bueno, apreciar no es la palabra justa. Quiero decir que me es muy querido.
Aunque a veces es raro y torvo. En verdad me recuerda a ti a menudo. Yo no
sabía que hubiese alguien así entre la Gente Grande. Pensaba, bueno, que sólo
eran grandes y bastante estúpidos; amables y estúpidos como Mantecona; o
estúpidos y malvados como Bill Helechal. Pero es cierto que no sabemos mucho
de los hombres en la Comarca, excepto quizá las gentes de Bree.
—Sabes de veras muy poco si crees que el viejo Cebadilla es estúpido —dijo