Page 557 - El Señor de los Anillos
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hombres. Y me parece ver que está recubierto de oro. La luz del castillo brilla
lejos sobre las tierras de alrededor. Dorados son también los montantes de las
puertas. Allí hay unos hombres de pie, con mallas relucientes; pero todos los otros
duermen aún en las moradas.
—Esas moradas se llaman Edoras —dijo Gandalf—, y el castillo dorado es
Meduseld. Allí vive Théoden hijo de Thengel, rey de la Marca de Rohan. Hemos
llegado junto con el sol. Ahora el camino se extiende claramente ante nosotros.
Pero tenemos que ser más prudentes, pues se ha declarado la guerra y los
Rohirrim, los Señores de los Caballos, no descansan, aunque así parezca desde
lejos. No echéis mano a las armas, no pronunciéis palabras altaneras, os lo
aconsejo a todos, hasta que lleguemos ante el sitial de Théoden.
La mañana era brillante y clara alrededor, y los pájaros cantaban, cuando los
viajeros llegaron al río. El agua bajaba rápidamente hacia la llanura y más allá
de las colinas describía ante ellos una curva amplia y se alejaba a alimentar el
lecho del Entaguas, donde se apretaban los juncos. El suelo era verde; en los
prados húmedos y a lo largo de las orillas herbosas crecían muchos sauces. En
esta tierra meridional las yemas de los árboles ya tenían un color rojizo, sintiendo
la cercanía de la primavera. Un vado atravesaba la corriente entre las orillas
bajas, donde había muchas huellas de caballos. Los viajeros cruzaron el río y se
encontraron en una ancha senda trillada que llevaba a las tierras altas. Al pie de
la colina amurallada, la senda corría a la sombra de numerosos montículos, altos
y verdes. En la cara oeste de estas elevaciones la hierba era blanca como nieve
llevada por el viento; unas florecitas asomaban entre la hierba como estrellas
innumerables.
—¡Mirad! —dijo Gandalf—. ¡Qué hermosos son esos ojos que brillan en la
hierba! Las llaman « no-me-olvides» , symbelmyné en esta tierra de hombres,
pues florecen en todas las estaciones del año y crecen donde descansan los
muertos. He aquí las grandes tumbas donde duermen los antepasados de
Théoden.
—Siete montículos a la derecha y nueve a la izquierda —dijo Aragorn—. El
castillo de oro fue construido hace ya muchas vidas de hombres.
—Quinientas veces las hojas rojas cayeron desde entonces en mi casa del
Bosque Negro —dijo Legolas— y a nosotros nos parece que ha pasado sólo un
instante.
—Pero a los Jinetes de la Marca les parece un tiempo tan largo —dijo
Aragorn— que la edificación de esta morada es sólo un recuerdo en una canción,
y los años anteriores se pierden en la noche de los siglos. Ahora llaman a esta
región el país natal, y no hablan la misma lengua que los parientes del norte. —Se
puso a cantar dulcemente en una lengua lenta, desconocida para el elfo y el
enano; ellos escucharon, sin embargo, pues la música era muy hermosa.
—Esta es, supongo, la lengua de los Rohirrim —dijo Legolas—, pues podría