Page 558 - El Señor de los Anillos
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comparársela a estas tierras: ricas y onduladas en parte y también duras y
severas como montañas. Pero no alcanzo a entender el significado, excepto que
está cargado de la tristeza de los Hombres Mortales.
—Hela aquí en la Lengua Común —dijo Aragorn—, en una versión
aproximada.
¿Dónde están ahora el caballo y el caballero?
¿Dónde está el cuerno que sonaba?
¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes?
¿Dónde están la mano en el arpa y el fuego rojo encendido?
¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece?
Han pasado como una lluvia en la montaña, como un viento en el prado;
los días han descendido en el oeste en la sombra detrás de las colinas.
¿Quién recogerá el humo de la ardiente madera muerta,
o verá los años fugitivos que vuelven del mar?
» Así dijo una vez en Rohan un poeta olvidado, evocando la estatura y la
belleza de Eorl el Joven, que vino cabalgando del norte; y el corcel tenía alas en
las patas; Felaróf, padre de caballos. Así cantan aún los hombres al anochecer.
Con estas palabras los viajeros dejaron atrás los silenciosos montículos.
Siguiendo el camino que serpenteaba a lo largo de las estribaciones verdes
llegaron al fin a las grandes murallas y a las puertas de Edoras, batidas por el
viento.
Había allí muchos hombres sentados vestidos con brillantes túnicas de malla,
que en seguida se pusieron de pie y les cerraron el camino con las lanzas.
—¡Deteneos extranjeros aquí desconocidos! —gritaron en la lengua de la
Marca de los Jinetes, y preguntaron los nombres y el propósito de los extranjeros.
Parecían bastante sorprendidos, pero no eran amables; y echaban miradas
sombrías a Gandalf.
—Yo entiendo bien lo que decís —respondió en la misma lengua—, pero
pocos extranjeros pueden hacer otro tanto. ¿Por qué entonces no habláis en la
Lengua Común, como es costumbre en el Oeste, si deseáis una respuesta?
—Es la voluntad del rey Théoden que nadie franquee estas puertas, excepto
aquellos que conocen nuestra lengua y son nuestros amigos —replicó uno de los
guardias—. Nadie es bienvenido aquí en tiempos de guerra sino nuestra propia
gente y aquellos que vienen a Mundburgo en el país de Gondor. ¿Quiénes sois
vosotros que venís descuidadamente por el llano con tan raras vestiduras,
montando caballos parecidos a los nuestros? Hace tiempo que montamos guardia
aquí y os hemos observado desde lejos. Nunca hemos visto unos jinetes tan
extraños, ni ningún caballo tan arrogante como ese que traéis. Es uno de los
Mearas, si los ojos no nos engañan por algún encantamiento. Decidme, ¿no seréis
un mago, algún espía de Saruman, o alguna fabricación ilusoria? ¡Hablad, rápido!