Page 563 - El Señor de los Anillos
P. 563
negra con empuñadura de hueso blanco, y los viajeros vieron entonces que
aunque muy encorvado, el hombre era alto todavía y que en la juventud había
sido sin duda erguido y arrogante.
—Yo te saludo —dijo—, y tú acaso esperas ser bienvenido. Pero a decir
verdad, tu bienvenida es aquí dudosa, señor Gandalf. Siempre has sido portador
de malos augurios. Las tribulaciones te siguen como cuervos y casi siempre las
peores. No te quiero engañar: cuando supe que Sombragris había vuelto sin su
jinete, me alegré por el regreso del caballo, pero más aún por la ausencia del
caballero; y cuando Eomer me anunció que habías partido a tu última morada,
no lloré por ti. Pero las noticias que llegan de lejos rara vez son ciertas. ¡Y ahora
has vuelto! Y contigo llegan males peores que los de antes, como era de esperar,
¿Por qué habría de darte la bienvenida, Gandalf, Cuervo de la Tempestad?
Dímelo. —Y lentamente se sentó otra vez.
—Habláis con toda justicia, Señor —dijo el hombre pálido que estaba sentado
en las gradas—. No hace aún cinco días que recibimos la mala noticia de la
muerte de vuestro hijo Théodred en las Marcas del Oeste: vuestro brazo derecho,
el Segundo Mariscal de la Marca. Poco podemos confiar en Eomer. De habérsele
permitido gobernar, casi no quedarían hombres que guardar vuestras murallas. Y
aún ahora nos enteramos desde Gondor que el Señor Oscuro se agita en el Este.
Y ésta es precisamente la hora que este vagabundo elige para volver. ¿Por qué,
en verdad, te recibiríamos con los brazos abiertos, Señor Cuervo de la
Tempestad? Lathspell, te nombro, Malas Nuevas, y las malas nuevas nunca son
buenos huéspedes, se dice.
Soltó una risa siniestra, mientras levantaba un instante los pesados párpados y
observaba a los extranjeros con ojos sombríos.
—Se te tiene por sabio, amigo Lengua de Serpiente, y eres sin duda un gran
sostén para tu amo —dijo Gandalf con voz dulce—. Pero hay dos formas en las
que un hombre puede traer malas nuevas. Puede ser un espíritu maligno, o bien
uno de esos que prefieren la soledad y sólo vuelven para traer ayuda en tiempos
difíciles.
—Así es —dijo Lengua de Serpiente—; pero los hay de una tercera especie:
los juntacadáveres, los que aprovechan la desgracia ajena, los que comen
carroña y engordan en tiempos de guerra. ¿Qué ayuda has traído jamás? ¿Y qué
ayuda traes ahora? Fue nuestra ayuda lo que viniste a buscar la última vez que
estuviste por aquí. Mi señor te invitó entonces a escoger el caballo que quisieras y
ante el asombro de todos tuviste la insolencia de elegir a Sombragris. Mi señor se
sintió ultrajado, mas en opinión de algunos, ese precio no era demasiado alto con
tal de verte partir cuanto antes. Sospecho que una vez más sucederá lo mismo:
que vienes en busca de ayuda, no a ofrecerla. ¿Traes hombres contigo? ¿Traes
acaso caballos, espadas, lanzas? Eso es lo que yo llamaría ayuda, lo que ahora
necesitamos. ¿Pero quiénes son esos que te siguen? Tres vagabundos cubiertos de