Page 568 - El Señor de los Anillos
P. 568

dos hizo un solo movimiento.
        —¿No aceptaréis la espada? —preguntó Gandalf.
        Lentamente  Théoden  extendió  la  mano.  En  el  instante  en  que  los  dedos  se
      cerraban sobre la empuñadura, les pareció a todos que el débil brazo del anciano
      recobraba la fuerza y la firmeza. Levantó bruscamente la espada y la agitó en el
      aire  y  la  hoja  silbó  resplandeciendo.  Luego  Théoden  lanzó  un  grito.  La  voz
      resonó,  clara  y  vibrante,  entonando  en  la  lengua  de  Rohan  la  llamada  a  las
      armas:
       ¡De pie ahora, de pie, Caballeros de Théoden!
       Desgracias horrendas nos acechan, hay sombras en el Este.
       ¡Preparad los caballos, que resuenen los cuernos!
       ¡Adelante, Eorlingas!
        Los  guardias,  creyendo  que  se  los  convocaba,  subieron  en  tropel  las
      escaleras.  Miraron  con  asombro  a  su  Señor  y  luego,  como  un  solo  hombre,
      depositaron a sus pies las espadas.
        —¡Ordenad! —dijeron.
        —Westu Théoden hál! —gritó Eomer—. Es una alegría para nosotros volver a
      veros como antes. ¡Ya nadie podrá decir, Gandalf, que sólo vienes aquí a traer
      dolor!
        —¡Recoge tu espada, Eomer, hijo de hermana! —dijo el rey—. ¡Ve, Háma,
      y tráeme mi propia espada! Grima la tiene. Tráeme también a Grima. Y ahora,
      Gandalf,  dijiste  que  me  darías  consejo,  si  yo  quería  escucharlo.  ¿Cuál  es  tu
      consejo?
        —Lo  que  iba  a  aconsejarte  ya  está  hecho  —respondió  Gandalf—.  Que
      confiarais en Eomer antes que en un hombre de mente tortuosa. Que dejarais de
      lado temores y remordimientos. Que hicierais lo que está a vuestro alcance. Todo
      hombre que pueda cabalgar tendrá que ser enviado al oeste inmediatamente, tal
      como  Eomer  os  ha  aconsejado.  Ante  todo  hemos  de  destruir  la  amenaza  de
      Saruman,  mientras  estemos  a  tiempo.  Si  fracasamos,  caeremos  todos.  Si
      triunfamos,  emprenderemos  la  próxima  tarea.  Entretanto,  la  gente  de  vuestro
      pueblo, la que quede aquí, las mujeres, los niños, los ancianos, tendrán que huir a
      los refugios de las montañas. ¿No se han preparado acaso para un día funesto
      como el de hoy? Que lleven provisiones, pero que no se demoren, y que no se
      carguen de tesoros, grandes o pequeños. Es la vida de todos lo que está en peligro.
        —Este consejo me parece bueno ahora —dijo Théoden—. ¡Que todos mis
      súbditos se preparen! Pero vosotros, mis huéspedes… tenías razón, Gandalf, al
      decir  que  la  hospitalidad  de  mi  castillo  había  menguado.  Habéis  cabalgado  la
      noche entera y ya se termina la mañana. No habéis tenido reposo ni alimento.
      Prepararemos  una  casa  para  los  huéspedes:  allí  dormiréis  después  de  haber
      comido.
   563   564   565   566   567   568   569   570   571   572   573