Page 573 - El Señor de los Anillos
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invitados,  os  ofrezco  lo  que  podáis  encontrar  en  mi  armería.  No  necesitáis
      espadas,  pero  hay  yelmos  y  cotas  de  malla  que  son  obra  de  hábiles  artífices,
      regalos que los señores de Gondor hicieran a mis antepasados. ¡Escoged lo que
      queráis antes de la partida y ojalá os sirvan bien!
      Los hombres trajeron entonces paramentos de guerra de los arcones del rey, y
      vistieron  a  Aragorn  y  Legolas  con  cotas  de  malla  resplandecientes.  También
      eligieron yelmos y escudos redondos, recamados de oro y con incrustaciones de
      piedras preciosas, verdes, rojas y blancas. Gandalf no aceptó una cota de malla;
      y Gimli no necesitaba cota, aun cuando encontraran alguna adecuada a su talla,
      pues no había en los arcones de Edoras un plaquín que pudiese compararse al
      jubón corto forjado en la Montaña del Norte. Pero escogió un capacete de hierro
      y cuero que le cubría perfectamente la cabeza redonda; también llevó un escudo
      pequeño con el emblema de la Casa de Eorl, un caballo al galope, blanco sobre
      fondo verde.
        —¡Que  te  proteja  bien!  —dijo  Théoden—.  Fue  forjado  para  mí  en  los
      tiempos de Thengel, cuando era aún un niño. Gimli hizo una reverencia.
        —Me enorgullezco, Señor de la Marca, de llevar vuestra divisa —dijo—. A
      decir verdad, quisiera ser yo quien lleve un caballo, y no que un caballo me lleve
      a mí. Prefiero mis piernas. Pero quizás haya un sitio donde pueda combatir de
      pie.
        —Es probable que así sea —dijo Théoden.
        El rey se levantó y al instante se adelantó Eowyn trayendo el vino.
        —Feriku Théoden hal! —dijo—. Recibid esta copa y bebed en esta hora feliz.
      ¡Que la salud os acompañe en la ida y el retorno!
        Théoden bebió de la copa y Eowyn la ofreció entonces a los invitados. Al
      llegar a Aragorn se detuvo de pronto y lo miró, y le brillaron los ojos. Y Aragorn
      contempló el bello rostro y le sonrió; pero cuando tomó la copa, rozó la mano de
      la joven, y sintió que ella temblaba.
        —¡Salve, Aragorn hijo de Arathorn! —dijo Eowyn.
        —Salve,  Señora  de  Rohan  —respondió  él;  pero  ahora  tenía  el  semblante
      demudado y ya no sonreía.
        Cuando todos hubieron bebido, el rey cruzó la sala en dirección a las puertas.
      Allí  lo  esperaban  los  guardias  y  los  heraldos,  y  todos  los  señores  y  jefes  que
      quedaban en Edoras y en los alrededores.
        —¡Escuchad!  Ahora  parto  y  ésta  será  quizá  mi  última  cabalgata  —dijo
      Théoden—. No tengo hijos. Théodred, mi hijo, ha muerto a manos de nuestros
      enemigos. A ti Eomer, hijo de mi hermana, te nombro mi heredero. Y si ninguno
      de nosotros vuelve de esta guerra, elegid, a vuestro albedrío, un nuevo señor. Pero
      he de dejar al cuidado de alguien este pueblo que ahora abandono, para que los
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