Page 570 - El Señor de los Anillos
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este mago os ha hechizado. ¿No quedará nadie para defender el Castillo de Oro
      de vuestros padres y todos los tesoros? ¿Nadie protegerá al Señor de la Marca?
        —Si esto es hechicería —dijo Théoden—, me parece mucho más saludable
      que tus cuchicheos. Tus sanguijuelas pronto me hubieran obligado a caminar en
      cuatro  patas  como  las  bestias.  No,  nadie  quedará,  ni  siquiera  Grima.  Grima
      partirá también. ¡Date prisa! ¡Aún tienes tiempo de limpiar la herrumbre de tu
      espada!
        —¡Misericordia,  Señor!  —gimió  Lengua  de  Serpiente,  arrastrándose  por  el
      suelo—. Tened piedad de alguien que ha envejecido a vuestro servicio. ¡No me
      alejéis de vuestro lado! Yo al menos estaré con vos cuando todos los demás se
      hayan ido. ¡No os separéis de vuestro fiel Grima!
        —Cuentas  con  mi  piedad  —dijo  Théoden—.  Y  no  te  alejo  de  mi  lado.
      También yo parto a la guerra junto con mis hombres. Te invito a acompañarme
      y probarme tu lealtad.
        Lengua de Serpiente miró una a una todas las caras, como una bestia acosada
      por  un  círculo  de  enemigos  y  que  busca  una  brecha  por  donde  escapar.  Se
      humedeció los labios con una lengua larga y pálida.
        —De un Señor de la Casa de Eorl, por muy viejo que sea, no cabía esperar
      otra resolución —dijo—. Pero quienes lo aman de verdad tendrían que ayudarlo
      ahorrándole  disgustos  en  estos  últimos  años.  Veo,  sin  embargo,  que  he  llegado
      demasiado tarde. Otros, que acaso llorarían menos la muerte de mi Señor, ya lo
      han persuadido. Si lo que está hecho no puede deshacerse ¡escuchadme al menos
      en  esto,  Señor!  Alguien  que  conozca  vuestras  ideas  y  honre  vuestras  órdenes
      deberá  quedar  en  Edoras.  Nombrad  un  senescal  de  confianza.  Que  vuestro
      consejero  Grima  cuide  de  todo  hasta  vuestro  regreso…  y  ojalá  lo  veamos,
      aunque ningún hombre sensato esperaría milagro semejante.
        Eomer se rió.
        —Y si este alegato no te exime de la guerra, nobilísimo Lengua de Serpiente
      —dijo— ¿qué cargo menos honroso aceptarías? ¿Llevar una talega de harina a
      las montañas… si alguien se atreviera a confiártela?
        —Jamás,  Eomer,  has  comprendido  tú  los  propósitos  del  Señor  Lengua  de
      Serpiente —dijo Gandalf, traspasando a Grima con la mirada—. Es temerario y
      artero.  En  este  mismo  momento  está  jugando  un  juego  peligroso  y  gana  un
      lance. Ya me ha hecho perder horas de mi precioso tiempo. ¡Al suelo, víbora! —
      dijo de súbito con una voz terrible—. ¡Arrástrate sobre tu vientre! ¿Cuánto tiempo
      hace que te vendiste a Saruman? ¿Cuál fue el precio convenido? Cuando todos los
      hombres hayan muerto, ¿recogerás tu parte del tesoro y tomarás la mujer que
      codicias? Hace tiempo que la vigilas y la acechas de soslayo.
        Eomer echó mano a la espada.
        —Eso  ya  lo  sabía  —murmuró—.  Por  esa  razón  ya  le  habría  dado  muerte
      antes, olvidando la ley del castillo. Aunque hay también otras razones.
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