Page 582 - El Señor de los Anillos
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edificado una muralla, desde Cuernavilla hasta el acantilado más austral,
cerrando así la entrada del desfiladero. Abajo se deslizaba la Corriente del Bajo.
Serpeaba a los pies de Cuernavilla y fluía luego por una garganta a través de una
ancha lengua de tierra verde que descendía en pendiente desde la Puerta hasta el
Abismo. De ahí caía en el Valle del Bajo y penetraba en el Valle del Folde Oeste.
Allí, en Cuernavilla, a las Puertas de Helm, moraba ahora Erkenbrand, dueño y
señor del Folde Oeste, en las fronteras de la Marca. Y cuando el peligro de
guerra se hizo más inminente, Erkenbrand, hombre precavido, ordenó reparar las
murallas y fortificar la ciudadela.
Los caballeros estaban todavía en la hondonada a la entrada del Valle del Bosque,
cuando oyeron los gritos y los cuernos tonantes de los exploradores que se habían
adelantado. Las flechas rasgaban, silbando, la oscuridad. Uno de los exploradores
volvió al galope para anunciar que unos jinetes montados en lobos ocupaban el
valle y que una horda de orcos y de hombres salvajes, procedente de los Vados
del Isen, avanzaba en tropel hacia el sur y parecía encaminarse al Abismo de
Helm.
—Hemos encontrado muertos a muchos de nuestros hombres que trataron de
huir en esa dirección —dijo el explorador—. Y hemos tropezado con compañías
desperdigadas, que erraban de un lado a otro, sin jefes que las guiaran. Nadie
parecía saber qué había sido de Erkenbrand. Lo más probable es que lo capturen
antes que pueda llegar a la Puerta de Helm, si es que no ha muerto todavía.
—¿Se sabe de Gandalf? —preguntó Théoden.
—Sí, señor. Muchos han visto aquí y allá a un anciano vestido de blanco y
montado en un caballo que cruzaba las llanuras rápido como el viento. Algunos
creían que era Saruman. Dicen que antes que cayera la noche partió rumbo a
Isengard. Otros dicen que más temprano vieron a Lengua de Serpiente que iba al
norte con una compañía de orcos.
—Mal fin le espera a Lengua de Serpiente si Gandalf tropieza con él —dijo
Théoden—. Como quiera que sea, ahora echo de menos a mis dos consejeros, el
antiguo y el nuevo. Pero en este trance, no hay otra alternativa que seguir
adelante, como dijo Gandalf, hacia las Puertas de Helm, aunque Erkenbrand no
esté allí. ¿Se sabe cómo es de poderoso el ejército que avanza del norte?
—Es muy grande —dijo el explorador—. El que huye cuenta a cada
enemigo por dos; sin embargo, yo he hablado con hombres de corazón bien
templado y estoy convencido de que el grueso del enemigo es muchas veces
superior a las fuerzas con que aquí contamos.
—Entonces, démonos prisa —dijo Eomer—. Tratemos de cruzar a salvo las
líneas enemigas que nos separan de la fortaleza. Hay cavernas en el Abismo de
Helm donde pueden ocultarse centenares de hombres; y caminos secretos que
suben por las colinas.