Page 618 - El Señor de los Anillos
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                      Restos y despojos
      G andalf y la escolta del rey se alejaron cabalgando, doblando hacia el este para
      rodear  los  destruidos  muros  de  Isengard.  Pero  Aragorn,  Gimli  y  Legolas  se
      quedaron en las puertas. Soltando a Arod y Hasufel para que tascaran alrededor,
      fueron a sentarse junto a los hobbits.
        —¡Bueno, bueno! La cacería ha terminado y por fin volvemos a reunimos,
      donde ninguno de nosotros jamás pensó en venir —dijo Aragorn.
        —Y ahora que los grandes se han marchado a discutir asuntos importantes —
      dijo Legolas—, quizá los cazadores puedan resolver algunos pequeños enigmas
      personales.  Seguimos  vuestros  rastros  hasta  el  bosque,  pero  hay  muchas  otras
      cosas de las que querría conocer la verdad.
        —Y también de ti hay muchas cosas que nosotros quisiéramos saber —dijo
      Merry—.  Nos  enteramos  de  algunas  por  Bárbol,  el  Viejo  Ent,  pero  de  ningún
      modo nos parecen suficientes.
        —Todo  a  su  tiempo  —dijo  Legolas—.  Nosotros  fuimos  los  cazadores  y  a
      vosotros os corresponde narrar lo que os ha ocurrido en primer lugar.
        —O en segundo —dijo Gimli—. Será mejor después de comer. Me duele la
      cabeza; y ya es pasado el mediodía. Vosotros, truhanes, podríais reparar vuestra
      descortesía  trayéndonos  una  parte  de  ese  botín  de  que  hablasteis.  Un  poco  de
      comida y bebida compensaría de algún modo mi disgusto con vosotros.
        —Esa  recompensa  la  tendrás  —dijo  Pippin—.  ¿La  quieres  aquí  mismo,  o
      prefieres comer más cómodamente entre los escombros de las garitas de guardia
      de Saruman, allá, bajo la arcada? Tuvimos que comer aquí, al aire libre, para
      tener un ojo puesto en el camino.
        —¡Menos de un ojo! —dijo Gimli—. Pero me niego a entrar en la casa de
      ningún orco; ni quiero tocar carnes que hayan pertenecido a los orcos ni ninguna
      otra cosa que ellos hayan preparado.
        —Jamás  te  pediríamos  semejante  cosa  —dijo  Merry—.  Nosotros  mismos
      estamos hartos de orcos para toda la vida. Pero había muchas otras gentes en
      Isengard. Saruman, a pesar de todo, tuvo la prudencia de no fiarse de los orcos.
      Eran  hombres  los  que  custodiaban  las  puertas:  algunos  de  sus  servidores  más
      fieles, supongo. Como quiera que sea, ellos fueron los favorecidos y obtuvieron
      buenas provisiones.
        —¿Y tabaco de pipa? —preguntó Gimli.
        —No,  no  creo  —dijo  Merry  riendo—.  Pero  ese  es  otro  asunto,  que  puede
      esperar hasta después de la comida.
        —¡Bueno, a comer entonces! —dijo el enano.
      Los  hobbits  encabezaron  la  marcha,  pasaron  bajo  la  arcada  y  llegaron  a  una
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