Page 650 - El Señor de los Anillos
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edad, pero de miembros todavía vigorosos: las yemas despuntaban en todas las
ramas.
Organizaron turnos de guardia, de dos centinelas. Los demás, luego de comer,
se envolvieron en las capas, y cubriéndose con una manta se echaron a dormir.
Los hobbits se acostaron juntos sobre un montón de helechos secos. Merry tenía
sueño, pero Pippin parecía ahora curiosamente intranquilo. Daba vueltas y
vueltas, y el camastro de helechos crujía y susurraba.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Merry—. ¿Te has acostado sobre un
hormiguero?
—No —dijo Pippin—. Pero estoy incómodo. Me pregunto cuánto hace que
no duermo en una cama. Merry bostezó.
—¡Cuéntalo con los dedos! —dijo—. Pero no habrás olvidado cuándo
partimos de Lorien.
—Oh, ¡eso! —dijo Pippin—. Quiero decir una cama verdadera, en una
alcoba.
—Bueno, entonces Rivendel —dijo Merry—. Pero esta noche yo podría
dormir en cualquier lugar.
—Tuviste suerte, Merry —dijo Pippin en voz baja, al cabo de un silencio—.
Tú cabalgaste con Gandalf.
—Bueno ¿y qué?
—¿Conseguiste sacarle alguna noticias, alguna información?
—Sí, bastante. Más que de costumbre. Pero tú las oíste todas, o la mayoría;
estabas muy cerca y no hablábamos en secreto. Pero mañana podrás cabalgar
con él, si crees que podrías sacarle alguna otra cosa… y si él te acepta.
—¿De veras? ¡Magnífico! Pero es poco comunicativo ¿no te parece? No ha
cambiado nada.
—¡Oh, sí! —dijo Merry, despertándose un poco, y empezando a preguntarse
qué preocupaba a su compañero—. Ha crecido, o algo así. Es al mismo tiempo
más amable y más inquietante, más alegre y más solemne, me parece. Ha
cambiado. Pero aún no sabemos hasta qué punto. ¡Piensa en la última parte de la
conversación con Saruman! Recuerda que Saruman fue en un tiempo el superior
de Gandalf: jefe del Concilio, aunque no sé muy bien qué significa eso. Era
Saruman el Blanco. Ahora Gandalf es el Blanco. Saruman acudió a la llamada y
perdió la vara, y luego Gandalf lo despidió, ¡y él acató la orden!
—Bueno, si en algo ha cambiado, como dices, está más misterioso que nunca,
eso es todo —replicó Pippin—. Esa… bola de vidrio, por ejemplo. Parecía
contento de tenerla consigo. Algo sabe o sospecha. ¿Pero nos dijo qué? No, ni una
palabra. Y sin embargo fui yo quien la recogió, e impedí que rodase hasta un
charco. Aquí, muchacho, yo la llevaré… eso fue todo lo que dijo. Me gustaría
saber qué es. Pesaba tanto. —La voz de Pippin se convirtió casi en un susurro,
como si hablara consigo mismo.