Page 648 - El Señor de los Anillos
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                       El Palantir
      E l  sol  se  hundía  detrás  del  largo  brazo  occidental  de  las  montañas  cuando
      Gandalf y sus compañeros, y el rey y los jinetes partieron de Isengard. Gandalf
      llevaba a Merry en la grupa del caballo y Aragorn llevaba a Pippin. Dos de los
      hombres del rey se adelantaron a galope tendido y pronto se perdieron de vista
      en el fondo del valle. Los otros continuaron a paso más lento.
        Una  solemne  fila  de  ents,  erguidos  como  estatuas  ante  la  puerta,  con  los
      largos  brazos  levantados,  asistía  silenciosa  a  la  partida.  Cuando  se  hubieron
      alejado un trecho por el camino sinuoso, Merry y Pippin volvieron la cabeza. El
      sol brillaba aún en el cielo, pero las sombras se extendían ya sobre Isengard: unas
      ruinas grises que se hundían en las tinieblas. Ahora Bárbol estaba solo, como la
      cepa de un árbol distante: los hobbits recordaron el primer encuentro, allá lejos
      en la asoleada cornisa de los lindes de Fangorn.
        Llegaron a la columna de la Mano Blanca. La columna seguía en pie, pero la
      mano esculpida había sido derribada y yacía rota en mil pedazos. En el centro
      mismo del camino se veía el largo índice, blanco en el crepúsculo, y la uña roja
      se ennegrecía lentamente.
        —¡Los ents no descuidan ningún detalle! —observó Gandalf.
        Continuaron cabalgando y la noche se cerró en la hondonada.
      —¿Piensas  cabalgar  toda  la  noche,  Gandalf?  —preguntó  Merry  al  cabo  de  un
      rato—. No sé cómo te sentirás tú con esta chusma que llevas a la rastra prendida
      a los faldones, pero la chusma está cansada y le alegraría dejar de ir a la rastra y
      echarse a descansar.
        —¿Así que oíste eso? —dijo Gandalf—. ¡No lo tomes a pecho! Alégrate que
      no te hayan dedicado palabras más lisonjeras. Nunca se había encontrado con un
      hobbit y no sabía cómo hablarte. No te sacaba los ojos de encima. Si esto puede
      de  algún  modo  reconfortar  tu  amor  propio,  te  diré  que  en  este  momento  tú  y
      Pippin le preocupáis más que cualquiera de nosotros. Quiénes sois; cómo vinisteis
      aquí; y por qué; qué sabéis; si fuisteis capturados y en ese caso cómo escapasteis
      cuando todos los orcos perecieron… éstos son los pequeños enigmas que ahora
      perturban esa gran mente. Un sarcasmo en boca de Saruman, Meriadoc, es un
      cumplido, y puedes sentirte honrado por ese interés.
        —¡Gracias!  —dijo  Merry—.  ¡Pero  prefiero  la  honra  de  ir  prendido  a  tus
      faldones, Gandalf! Ante todo, porque así es posible repetir una pregunta. ¿Piensas
      cabalgar toda la noche?
        Gandalf se echó a reír.
        —¡Un hobbit insaciable! Todos los magos tendrían que tener uno o dos hobbits
      a  su  cuidado,  para  que  les  enseñaran  el  significado  de  las  palabras  y  los
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