Page 645 - El Señor de los Anillos
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hablar de las ent-mujeres, o si las veis en algún lugar. Venid vosotros mismos, si
es posible.
—Lo haremos —exclamaron a coro Merry y Pippin, mientras se alejaban de
prisa. Bárbol los siguió con la mirada y durante un rato guardó silencio moviendo
pensativamente la cabeza. Luego se volvió a Gandalf.
—¿Así que Saruman no quiso marcharse? —dijo—. Me lo esperaba. Tiene el
corazón tan podrido como el de un ucorno negro. Sin embargo, si yo fuese
derrotado y todos mis árboles fueran destruidos, tampoco yo me marcharía
mientras tuviera un agujero oscuro donde ocultarme.
—No —dijo Gandalf—. Aunque tú no pensaste invadir con tus árboles el
mundo entero y sofocar a todas las otras criaturas. Pero así son las cosas,
Saruman se ha quedado para alimentar odios y tramar nuevas intrigas. La Llave
de Orthanc la tiene él. Pero no podemos permitir que escape.
—¡Claro que no! De eso cuidaremos los ents —dijo Bárbol—. Saruman no
pondrá el pie fuera de la roca, sin mi permiso. Los ents lo vigilarán.
—¡Excelente! —dijo Gandalf—. No esperaba menos. Ahora puedo partir y
dedicarme a otros asuntos. Pero tienes que poner mucha atención. Las aguas han
descendido. Temo que unos centinelas alrededor de la torre no sea suficiente. Sin
duda hay túneles profundos excavados debajo de Orthanc y Saruman espera
poder ir y venir sin ser visto, dentro de poco. Si vas a ocuparte de esta tarea, te
ruego que hagas derramar las aguas otra vez; hasta que Isengard se convierta en
un estanque perenne, o hasta que descubras las bocas de los túneles. Cuando todos
los sitios subterráneos estén inundados y hayas descubierto los desagües, entonces
Saruman se verá obligado a permanecer en la torre y mirar por las ventanas.
—¡Déjalo por cuenta de los ents! —dijo Bárbol—. Exploraremos el valle
palmo a palmo y miraremos bajo todas las piedras. Ya los árboles se disponen a
volver, los árboles viejos, los árboles salvajes. El Bosque Vigilante, lo
llamaremos. Ni una ardilla entrará aquí sin que yo lo sepa. ¡Déjalo por cuenta de
los ents! Hasta que los años en que estuvo atormentándonos hayan pasado siete
veces, no nos cansaremos de vigilarlo.