Page 642 - El Señor de los Anillos
P. 642
menos que las manos tenebrosas del Este se extiendan hasta aquí para llevarte.
¡Saruman! —gritó, y la voz creció aún más en potencia y autoridad—. ¡Mírame!
No soy Gandalf el Gris a quien tú traicionaste. Soy Gandalf el Blanco que ha
regresado de la muerte. Ahora tú no tienes color y yo te expulso de la orden y
del Concilio.
Alzó la mano y habló lentamente, con voz clara y fría.
—Saruman, tu vara está rota. —Se oyó un crujido, y la vara se partió en dos
en la mano de Saruman; la empuñadura cayó a los pies de Gandalf—. ¡Vete! —
dijo Gandalf. Saruman retrocedió con un grito y huyó, arrastrándose como un
reptil. En ese momento un objeto pesado y brillante cayó desde lo alto con
estrépito. Rebotó contra la barandilla de hierro, en el mismo instante en que
Saruman se alejaba de ella, y pasando muy cerca de la cabeza de Gandalf,
golpeó contra el escalón en que estaba el mago. La barandilla vibró y se rompió
con un estallido. El escalón crujió y se hizo añicos con un chisporroteo. Pero la
bola permaneció intacta: rodó escaleras abajo, un globo de cristal, oscuro,
aunque con un corazón incandescente. Mientras se alejaba saltando hacia un
charco, Pippin corrió y la recogió.
—¡Canalla y asesino! —gritó Eomer. Pero Gandalf permaneció impasible.
—No, no fue Saruman quien la arrojó —dijo—; ni creo que lo haya
ordenado. Partió de una ventana mucho más alta. Un tiro de despedida de maese
Lengua de Serpiente, me imagino, pero le falló la puntería.
—Tal vez porque no pudo decidir a quién odiaba más, a ti o a Saruman —dijo
Aragorn.
—Es posible —dijo Gandalf—. Magro consuelo encontrarán estos dos en
mutua compañía: se roerán entre ellos con palabras. Pero el castigo es justo. Si
Lengua de Serpiente sale alguna vez con vida de Orthanc, será una suerte
inmerecida.
» ¡Aquí, muchacho, yo llevaré eso! No te pedí que lo recogieras —gritó,
volviéndose bruscamente y viendo a Pippin que subía la escalera con lentitud,
como si transportase un gran peso. Bajó algunos peldaños, y yendo al encuentro
del hobbit le sacó rápidamente de las manos la esfera oscura y la envolvió en los
pliegues de la capa—. Yo me ocuparé —dijo—. No es un objeto que Saruman
hubiera elegido para arrojar contra nosotros.
—Pero sin duda podría arrojar otras cosas —dijo Gimli—. Si la conversación
ha terminado, ¡pongámonos al menos fuera del alcance de las piedras!
—Ha terminado —dijo Gandalf—. Partamos.
Volvieron la espalda a las puertas de Orthanc y bajaron la escalera. Los
caballeros aclamaron al rey con alegría y saludaron a Gandalf. El sortilegio de
Saruman se había roto: lo habían visto acudir a la llamada de Gandalf y
escurrirse luego como un reptil.