Page 638 - El Señor de los Anillos
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la duda. Eomer habló.
        —¡Escuchadme, Señor! —dijo—. He aquí el peligro sobre el que se nos ha
      advertido. ¿Habremos conquistado la victoria para terminar aquí, paralizados y
      estupefactos  ante  un  viejo  embustero  que  se  ha  untado  de  mieles  la  lengua
      viperina? Con esas mismas palabras les hablaría el lobo a los lebreles que lo han
      acorralado,  si  fuera  capaz  de  expresarse.  ¿Qué  ayuda  puede  ofreceros,  en
      verdad? Todo cuanto desea es escapar de este trance difícil. ¿Vais a parlamentar
      con este farsante, experto en traiciones y asesinatos? ¡Recordad a Théodred en el
      Vado y la tumba de Háma en el Abismo de Helm!
        —Si hemos de hablar de lenguas ponzoñosas ¿qué decir de la tuya, cachorro
      de serpiente? —dijo Saruman, y el relámpago de cólera fue ahora visible para
      todos—. ¡Pero seamos justos, Eomer hijo de Eomund! —prosiguió, otra vez con
      voz dulce—. A cada cual sus méritos. Tú has descollado en las artes de la guerra
      y  conquistaste  altos  honores.  Mata  a  aquellos  a  quienes  tu  señor  llama  sus
      enemigos y conténtate con eso. No te inmiscuyas en lo que no entiendes. Tal vez,
      si un día llegas a ser rey, comprenderás que un monarca ha de elegir con cuidado
      a sus amigos. La amistad de Saruman y el poderío de Orthanc no pueden ser
      rechazados a la ligera en nombre de cualquier ofensa real o imaginaria. Habéis
      ganado una batalla pero no una guerra y esto gracias a una ayuda con la que no
      contaréis otra vez. Mañana podríais encontrar la Sombra del Bosque a vuestras
      puertas; es caprichosa e insensible, y no ama a los hombres.
        » Pero  dime,  mi  señor  de  Rohan,  ¿he  de  ser  tildado  de  asesino  porque
      hombres valientes hayan caído en la batalla? Si me haces la guerra, inútilmente,
      pues  yo  no  la  deseo,  es  inevitable  que  haya  muertos.  Pero  si  por  ello  han  de
      llamarme asesino, entonces toda la casa de Eorl lleva el mismo estigma; pues
      han peleado en muchas guerras, atacando a quienes se atrevieron a desafiarlos.
      Sin  embargo,  más  tarde  hicieron  la  paz  con  algunos:  una  actitud  sabia  e
      inteligente.  Te  pregunto,  rey  Théoden:  ¿quieres  que  haya  entre  nosotros  paz  y
      concordia? A nosotros nos toca decidirlo.
        —Quiero que haya paz —dijo por fin Théoden con la voz pastosa y hablando
      con un esfuerzo. Varios de los jinetes prorrumpieron en gritos de júbilo. Théoden
      levantó la mano—. Sí, quiero paz —dijo, ahora con voz clara—, y la tendremos
      cuando tú y todas tus obras hayan perecido y las obras de tu amo tenebroso a
      quien  pensabas  entregarnos.  Eres  un  embustero,  Saruman,  y  un  corruptor  de
      corazones. Me tiendes la mano y yo sólo veo un dedo de la garra de Mordor.
      ¡Cruel y frío! Aun cuando tu guerra contra mí fuese justa (y no lo era, porque así
      fueses diez veces más sabio no tendrías derecho a gobernarme a mí y a los míos
      para tu propio beneficio), aun así, ¿cómo justificas las antorchas del Folde Oeste
      y los niños que allí murieron? Y lapidaron el cuerpo de Háma ante las puertas de
      Cuernavilla, después de darle muerte. Cuando te vea en tu ventana colgado de
      una  horca,  convertido  en  pasto  de  tus  propios  cuervos,  entonces  haré  la  paz
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