Page 634 - El Señor de los Anillos
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La voz de Saruman
A travesaron la ruinosa galería y desde un montículo de piedras contemplaron la
roca oscura de Orthanc, con numerosas ventanas, una amenaza más en la
desolación de alrededor. Ahora el agua se había retirado casi del todo. Aquí y allá
quedaban algunos charcos sombríos, cubiertos de espuma y desechos; pero la
mayor parte del ancho círculo era de nuevo visible: un desierto de fango y
escombros de piedra, de agujeros ennegrecidos, de columnas y pilares que se
tambaleaban como ebrios. Al borde de ese tazón en ruinas se veían vastos
montículos y pendientes, como cantos rodados acumulados por un huracán; y
más allá el valle verde se internaba serpeando entre los brazos oscuros de las
montañas. Del otro lado de la desolada llanura vieron unos jinetes que venían del
norte y ya se acercaban a Orthanc.
—¡Son Gandalf y Théoden y sus hombres! —dijo Legolas—. ¡Vayamos a su
encuentro!
—¡Pisad con prudencia! —dijo Merry—. Hay piedras flojas que pueden
darse vuelta y arrojaros a un pozo, si no tenéis cuidado.
Recorrieron lo que antes fuera el camino que iba de las puertas a la Roca de
Orthanc, avanzando lentamente, pues las losas estaban rajadas y cubiertas de
lodo. Los jinetes, al verlos acercarse, se detuvieron a esperarlos a la sombra de la
roca. Gandalf se adelantó y les salió al encuentro.
—Bien, Bárbol y yo hemos tenido una conversación muy interesante y
hemos trazado algunos planes —dijo—, y todos hemos gozado de un merecido
reposo. Ahora hemos de ponernos otra vez en camino. Espero que también tú y
tus compañeros hayáis descansado y recobrado las fuerzas.
—Sí —dijo Merry—. Pero nuestras discusiones comenzaron y acabaron en
humo. Sin embargo, y en relación con Saruman, no estamos tan mal dispuestos
como antes.
—¿De veras? —dijo Gandalf—. Pues bien, yo no he cambiado. Me queda
algo pendiente antes de partir: una visita de despedida a Saruman. Peligrosa y
probablemente inútil; pero inevitable. Aquéllos de vosotros que lo deseen, pueden
venir conmigo… pero ¡cuidado! ¡Nada de bromas! Este no es el momento.
—Yo te acompañaré —dijo Gimli—. Quiero verlo y saber si es cierto que se
parece a ti.
—¿Y cómo harás para saberlo, Señor Enano? —dijo Gandalf—. Saruman
puede mostrarse parecido a mí a tus ojos, si conviene a sus designios. ¿Y te
consideras bastante perspicaz como para no dejarte engañar por sus ficciones?
En fin, ya veremos. Quizá no se atreva a presentarse al mismo tiempo ante tantas
miradas diferentes. Pero he rogado a los ents que no se dejen ver y puede ser