Page 629 - El Señor de los Anillos
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ocasión. Esta es una noche peligrosa y he de partir rápidamente. Aunque quizás
el amanecer sea más claro; y si es así, nos encontraremos de nuevo. ¡Cuidaos y
manteneos alejados de Orthanc! ¡Hasta la vista!"
» Bárbol quedó muy pensativo luego de la partida de Gandalf. Era evidente
que se había enterado de muchas cosas en contados minutos y ahora estaba
digiriéndolas. Nos miró y dijo: "Hm, bueno, me doy cuenta de que no sois tan
apresurados como yo suponía. Habéis dicho mucho menos de lo que sabíais, y no
más de lo que debíais. Hm… ¡éstas sí que son noticias en montón! Bien, ahora
Bárbol tiene que volver al trabajo."
» Antes de que se marchara, conseguimos que nos revelara algunas de
aquellas noticias; que por cierto no nos animaron. Pero por el momento nos
preocupaba más la suerte de vosotros tres que la de Frodo y Sam, y el
desdichado Boromir. Porque suponíamos que se estaba librando una cruenta
batalla, o que no tardaría en iniciarse, y que vosotros lucharíais en ella y acaso no
salierais de allí con vida.
» "Los ucornos ayudarán" dijo Bárbol. Y se alejó y no volvimos a verlo hasta
esta mañana.
—Era noche cerrada. Yacíamos en lo alto de una pila de piedras y no veíamos
nada más allá. Una niebla o unas sombras lo envolvían todo como un gran manto,
a nuestro alrededor. El aire parecía caluroso y espeso; y se oían rumores,
crujidos y un murmullo como de voces que se alejaban. Creo que centenares de
ucornos pasaron por allí para ayudar en la lucha. Un poco más tarde unos truenos
resonaron en el sur y a lo lejos, más allá de Rohan, los relámpagos iluminaron el
cielo. De cuando en cuando veíamos los picos montañosos, a millas y millas de
distancia, que emergían repentinamente, blancos y negros, y desaparecían luego
con la misma rapidez. Y detrás de nosotros el trueno parecía estremecer las
colinas, pero de una manera diferente. Por momentos el valle entero retumbaba.
» Debía de ser cerca de medianoche cuando los ents rompieron los diques y
volcaron todas las aguas a través de una brecha en el muro norte, en dirección a
Isengard. La oscuridad de los ucornos había desaparecido y el trueno se había
alejado. La luna se hundía en el oeste, detrás de las montañas.
» En Isengard aparecieron pronto unos charcos y arroyos de aguas negras,
que brillaban a los últimos resplandores de la luna, a medida que inundaban el
llano. De tanto en tanto las aguas penetraban en algún pozo o un respiradero.
Unas nubes blancuzcas de vapor se elevaban siseando. El humo subía, ondulante.
Había explosiones y llamaradas súbitas. Una gran voluta de vapor trepaba en
espiral, enroscándose alrededor de Orthanc, hasta que la torre pareció un elevado
pico de nubes, incandescente por abajo y arriba iluminado por la luna. Y el agua
continuó derramándose, e Isengard quedó convertido en algo así como una
fuente enorme, humeante y burbujeante.