Page 627 - El Señor de los Anillos
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Bárbol no había perdido la cabeza. Afortunadamente, no tenía quemaduras. No
quería que en esa furia se lastimaran los suyos y tampoco quería que Saruman
huyese por alguna brecha en medio de la confusión. Muchos de los ents se
abalanzaban contra la roca de Orthanc; y Orthanc los rechazaba: es lisa y muy
dura. Ha de tener alguna magia, más antigua y más poderosa que la de Saruman.
Como quiera que sea, no podían aferrarse a la torre ni quebrarla; y se estaban
lastimando e hiriendo contra ella.
» Bárbol entró entonces en el círculo y gritó. La voz enorme se alzó,
dominando la batahola. De pronto hubo un silencio de muerte. Y en ese silencio
oímos una risa aguda en una ventana alta de la torre. Esto afectó de un modo
curioso a los ents. Habían estado en plena ebullición; ahora estaban fríos, hoscos
como el hielo y silenciosos. Abandonaron la llanura y fueron todos a reunirse
alrededor de Bárbol, muy quietos y callados. Bárbol les habló un momento en la
lengua de los ents. Creo que les estaba explicando un plan que había concebido
mucho antes. Luego las figuras se desvanecieron lentas y silenciosas a la luz
grisácea. Amanecía.
« Dejaron una guardia para que vigilara la torre, creo, pero los vigías estaban
tan bien disimulados entre las sombras y permanecían tan inmóviles, que no
alcancé a verlos. Los otros partieron hacia el norte. Durante todo el día estuvieron
ocupados en algún sitio. La mayor parte del tiempo nos dejaron solos. Fue un día
triste; y anduvimos de un lado a otro, sin saber qué hacer, aunque cuidando de
mantenernos en lo posible fuera de la vista de las ventanas de Orthanc, que nos
miraban como amenazándonos. Buena parte del tiempo la pasamos buscando
algo para comer. Y también nos sentábamos a conversar, preguntándonos qué
estaría sucediendo allá en el sur, en Rohan, y qué habría sido del resto de nuestra
Compañía. De vez en cuando oíamos a la distancia el estrépito de las piedras que
se rompían y desmoronaban, y ruidos sordos que retumbaban entre las colinas.
» Por la tarde dimos la vuelta al círculo y fuimos a ver qué ocurría. Había un
gran bosque sombrío de ucornos a la entrada del valle y otro alrededor de la
muralla septentrional. No nos atrevimos a entrar. Pero desde el interior llegaban
los ecos de un trabajo fatigoso y duro. Los ents y los ucornos, decididos a
destruirlo todo, estaban cavando fosos y trincheras, construyendo represas y
estanques, para juntar las aguas del Isen y de los manantiales y arroyos que
encontraban. Los dejamos allí.
» Al anochecer Bárbol volvió a la puerta. Canturreaba entre dientes y parecía
satisfecho. Se detuvo junto a nosotros y estiró los grandes brazos y piernas y
respiró profundamente. Le pregunté si estaba cansado.
» "¿Cansado?" dijo, "¿cansado? Bueno, no, no cansado pero sí embotado.
Necesito un buen sorbo del Entaguas. Hemos trabajado duro; en el día de hoy
hemos picado más piedras y roído más tierras que en muchos de los años
anteriores. Pero ya falta poco. ¡Cuando caiga la noche alejaos de esta puerta y