Page 639 - El Señor de los Anillos
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contigo y con Orthanc. He hablado en nombre de la Casa de Eorl. Soy tal vez un
      heredero  menor  de  antepasados  ilustres,  pero  no  necesito  lamerte  la  mano.
      Búscate otros a quienes embaucar. Aunque me temo que tu voz haya perdido su
      magia.
        Los  caballeros  miraban  a  Théoden  estupefactos,  como  si  despertaran
      sobresaltados  de  un  sueño.  Áspera  como  el  graznido  de  un  cuervo  viejo  les
      sonaba  la  voz  del  rey  después  de  la  música  de  Saruman.  Por  un  momento
      Saruman  no  pudo  disimular  la  cólera  que  lo  dominaba.  Se  inclinó  sobre  la
      barandilla como si fuese a golpear al rey con su bastón. Algunos creyeron ver de
      pronto una serpiente que se enroscaba para atacar.
        —¡Horcas  y  cuervos!  —siseó  Saruman,  y  todos  se  estremecieron  ante
      aquella horripilante  transformación—.  ¡Viejo  chocho! ¿Qué  es  la  casa  de Eorl
      sino un cobertizo hediondo donde se embriagan unos cuantos bandidos, mientras
      la prole se arrastra por el suelo entre los perros? Durante demasiado tiempo se
      han salvado de la horca. Pero el nudo corredizo se aproxima, lento al principio,
      duro y estrecho al final. ¡Colgaos, si así lo queréis! —La voz volvió a cambiar, a
      medida  que  Saruman  conseguía  dominarse—.  No  sé  por  qué  he  tenido  la
      paciencia  de  hablar  contigo.  Porque  no  te  necesito,  ni  a  ti  ni  a  tu  pandilla  de
      cabalgadores,  tan  rápidos  para  huir  como  para  avanzar,  Théoden  Señor  de
      Caballos.  Tiempo  atrás  te  ofrecí  una  posición  superior  a  tus  méritos  y  a  tu
      inteligencia. Te la he vuelto a ofrecer, para que aquellos a quienes llevas por mal
      camino  puedan  ver  claramente  el  que  tú  elegiste.  Tú  me  respondes  con
      bravuconadas e insultos. Que así sea. ¡Vuélvete a tu choza!
        » ¡Pero tú, Gandalf! De ti al menos me conduelo, compadezco tu vergüenza.
      ¿Cómo puedes soportar semejante compañía? Porque tú eres orgulloso, Gandalf,
      y no sin razón, ya que tienes un espíritu noble y ojos capaces de ver lo profundo
      y lejano de las cosas. ¿Ni aun ahora querrás escuchar mis consejos?
        Gandalf hizo un movimiento y alzó los ojos.
        —¿Qué puedes decirme que no me hayas dicho en nuestro último encuentro?
      —preguntó—.  ¿O  tienes  acaso  cosas  de  que  retractarte?  Saruman  tardó  un
      momento en responder.
        —¿Retractarme dices? —murmuró, como perplejo—. ¿Retractarme? Intenté
      aconsejarte por tu propio bien, pero tú apenas escuchabas. Eres orgulloso y no te
      gustan  los  consejos,  teniendo  como  tienes  tu  propia  sabiduría.  Pero  en  aquella
      ocasión te equivocaste, pienso, tergiversando mis propósitos.
        » En mi deseo de persuadirte, temo haber perdido la paciencia; y lo lamento
      de veras. Porque no abrigaba hacia ti malos sentimientos; ni tampoco los tengo
      ahora, aunque hayas vuelto en compañía de gente violenta e ignorante: ¿Por qué
      habría  de  tenerlos?  ¿Acaso  no  somos  los  dos  miembros  de  una  alta  y  antigua
      orden, la más excelsa de la Tierra Media? Nuestra amistad sería provechosa para
      ambos.  Aún  podríamos  emprender  juntos  muchas  cosas,  curar  los  males  que
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