Page 654 - El Señor de los Anillos
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Saruman que este manjar no es para él. Mandaré a alguien para que me lo traiga
      en seguida. ¿Has entendido bien? ¡Dile eso solamente!" Entonces me miró con
      una alegría perversa. Me pareció que me estaba cayendo en pedazos. ¡No, no!
      No puedo decir nada más. No recuerdo nada más.
        —¡Mírame! —le dijo Gandalf.
        Pippin  miró  a  Gandalf  a  los  ojos.  Por  un  momento  el  mago  le  sostuvo  la
      mirada en silencio. Luego el rostro se le dulcificó y le mostró la sombra de una
      sonrisa. Puso la mano afectuosamente en la cabeza de Pippin.
        —¡Está  bien!  —dijo—.  ¡No  digas  más!  No  has  sufrido  ningún  daño.  No
      ocultas la mentira en tus ojos, como yo había temido. Pero él no habló contigo
      mucho  tiempo.  Eres  un  tonto,  pero  un  tonto  honesto,  Peregrin  Tuk.  Otros  más
      sabios hubieran salido mucho peor de un trance como éste. ¡Pero no lo olvides!
      Te has salvado, tú y todos tus amigos, ayudado por la buena suerte, como suele
      decirse. No podrás contar con ella una segunda vez. Si él te hubiese interrogado
      en ese mismo momento, estoy casi seguro de que le habrías dicho todo cuanto
      sabes,  lo  que  hubiera  significado  la  ruina  de  todos  nosotros.  Pero  estaba
      demasiado impaciente. No sólo quería información: te quería a ti, cuanto antes,
      para  poder  disponer  de  ti  en  la  Torre  Oscura.  ¡No  tiembles!  Si  te  da  por
      entrometerte  en  asuntos  de  magos,  tienes  que  estar  preparado  para
      eventualidades  como  ésta.  ¡Bien!  ¡Te  perdono!  ¡Tranquilízate!  Las  cosas
      hubieran podido tomar un sesgo aún mucho más terrible.
        Levantó a Pippin con delicadeza y lo llevó a su camastro. Merry lo siguió y
      se sentó junto a él.
        —¡Acuéstate y descansa, si puedes, Pippin! —dijo Gandalf—. Ten confianza
      en mí. Y si vuelves a sentir un cosquilleo en las palmas, ¡avísame! Esas cosas
      tienen cura. En todo caso, mi querido hobbit, ¡no se te ocurra volver a ponerme
      un trozo de piedra debajo del hombro! Ahora os dejaré solos a los dos un rato.
      Y con esto Gandalf volvió a donde estaban los otros, junto a la piedra de Orthanc,
      todavía perturbados.
        —El  peligro  llega  por  la  noche  cuando  menos  se  lo  espera  —dijo—.  ¡Nos
      hemos salvado por un pelo!
        —¿Cómo está el hobbit Pippin? preguntó Aragorn.
        —Creo que dentro de poco todo habrá pasado —respondió Gandalf—. No lo
      retuvieron  mucho  tiempo  y  los  hobbits  tienen  una  capacidad  de  recuperación
      extraordinaria.  El  recuerdo,  o  al  menos  el  horror  de  las  visiones,  habrá
      desaparecido muy pronto. Demasiado pronto, quizá. ¿Quieres tú, Aragorn, llevar
      la piedra de Orthanc y custodiarla? Es una carga peligrosa.
        —Peligrosa es en verdad, mas no para todos —dijo Aragorn—. Hay alguien
      que puede reclamarla por derecho propio. Porque este es sin duda el palantir de
      Orthanc del tesoro de Elendil, traído aquí por los Reyes de Gondor. Se aproxima
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