Page 676 - El Señor de los Anillos
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allí. Gollum alzó la cabeza.
        —Sssí, somos desgraciados, tesoro —gimió—. ¡Miseria! ¡Miseria! Los hobbits
      no nos matarán, buenos hobbits.
        —No, no  te  mataremos  —dijo  Frodo—. Pero  tampoco  te  soltaremos. Eres
      todo maldad y malicia, Gollum. Tendrás que venir con nosotros, sólo eso, para
      que podamos vigilarte. Pero tú tendrás que ayudarnos, si puedes. Favor por favor.
        —Sssí,  sí,  por  supuesto  —dijo  Gollum  incorporándose—.  ¡Buenos  hobbits!
      Iremos  con  ellos.  Les  buscaremos  caminos  seguros  en  la  oscuridad,  sí.  ¿Y  a
      dónde van ellos por estas tierras frías, preguntamos, sí, preguntamos?
        Levantó  la  mirada  hacia  ellos  y  un  leve  resplandor  de  astucia  y  ansiedad
      apareció un instante en los ojos pálidos y temerosos.
        Sam le clavó una mirada furibunda y apretó los dientes; pero notó que había
      algo extraño en la actitud de su amo, y comprendió que las discusiones estaban
      fuera de lugar. Pero la respuesta de Frodo lo dejó estupefacto.
        Frodo miró a Gollum y la criatura apartó los ojos.
        —Tú lo sabes, o lo adivinas, Sméagol —dijo Frodo con voz severa y tranquila
      —.  Vamos  camino  de  Mordor,  naturalmente.  Y  tú  conoces  ese  camino,  me
      parece.
        —¡Aj! ¡Sss! —dijo Gollum, cubriéndose las orejas con las manos, como si
      tanta franqueza y esos nombres pronunciados en voz alta y clara le hicieran daño
      —. Lo adivinamos, sí lo adivinamos —murmuró—, y no queríamos que fueran,
      ¿no es verdad? No, tesoro, no los buenos hobbits. Cenizas, cenizas, y polvo, y sed,
      hay  allí,  y  fosos,  fosos,  fosos,  y  orcos,  orcos,  millares  de  orcos.  Los  buenos
      hobbits evitan… sss… esos lugares.
        —¿Entonces  has  estado  allí?  —insistió  Frodo—.  Y  ahora  tienes  que  volver,
      ¿no?
        —Ssí.  Ssí.  ¡No!  —chilló  Gollum—.  Una  vez,  por  accidente  ¿no  fue  así,  mi
      tesoro? Sí, por accidente. Pero no volveremos, no, ¡no! —De pronto la voz y el
      lenguaje  de  Gollum  cambiaron,  los  sollozos  se  le  ahogaron  en  la  garganta,  y
      habló,  pero  no  para  ellos—.  « ¡Déjame  solo  gollum!  Me  haces  daño.  Oh  mis
      pobres manos, ¡Gollum! Yo, nosotros, no quisiera volver. No lo puedo encontrar.
      Estoy  cansado.  Yo,  nosotros  no  podemos  encontrarlo,  gollum,  gollum,  no,  en
      ninguna  parte.  Ellos  siempre  están  despiertos.  Enanos,  hombres  y  elfos,  elfos
      terribles de ojos brillantes. No puedo encontrarlo. ¡Aj!»  —Se puso de pie y cerró
      la  larga  mano  en  un  nudo  de  huesos,  y  la  sacudió  mirando  al  este—.  ¡No
      queremos!  —gritó—.  ¡No  para  ti!  —Luego  volvió  a  derrumbarse—.  Gollum,
      gollum —gimió de cara al suelo—. ¡No nos mires! ¡Vete a dormir!
        —No se marchará ni se dormirá porque tú se lo ordenes, Sméagol —le dijo
      Frodo—. Pero si realmente quieres librarte de él, tendrás que ayudarme. Y eso,
      me temo, significa encontrar un camino que nos lleve a él. Tú no necesitas llegar
      hasta el final, no más allá de las puertas de ese país.
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