Page 683 - El Señor de los Anillos
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                     A través de las ciénagas
      G ollum avanzaba rápidamente, adelantando la cabeza y el cuello, y utilizando a
      menudo las manos con tanta destreza como los pies. Frodo y Sam se veían en
      apuros para seguirlo; pero ya no parecía tener intenciones de escaparse, y si se
      retrasaban,  se  daba  vuelta  y  los  esperaba.  Al  cabo  de  un  rato  llegaron  a  la
      entrada de la garganta angosta que antes les cerrara el paso; pero ahora estaban
      más lejos de las colinas.
        —¡Helo aquí! —gritó Gollum—. Hay un sendero que desciende en el fondo,
      sí. Ahora lo seguimos… y sale allá, allá lejos. —Señaló las ciénagas, hacia el sur
      y hacia el este. El hedor espeso y rancio llegaba hasta ellos pese al fresco aire
      nocturno.
        Gollum iba y venía a lo largo del borde y por fin los llamó a gritos.
        —¡Aquí! Por aquí podemos bajar. Sméagol fue por este camino una vez. Yo
      fui por este camino, ocultándome de los orcos.
        Gollum se adelantó y siguiéndole los pasos los hobbits bajaron a la oscuridad.
      No  fue  una  empresa  difícil,  pues  allí  la  grieta  no  medía  más  de  doce  pies  de
      altura y unos doce de ancho. En el fondo corría agua: la grieta era en realidad el
      lecho de uno de los muchos riachos que descendían de las colinas a alimentar las
      lagunas  y  las  ciénagas.  Gollum  giró  a  la  derecha,  hacia  el  sur,  y  pisó
      chapoteando el fondo pedregoso del riacho. Parecía inmensamente feliz al sentir
      el  agua  en  los  pies;  reía  entre  dientes  y  hasta  creaba  a  ratos  una  especie  de
      canción.
       Las duras tierras frías
       nos muerden las manos,
       nos roen los pies.
       Las rocas y las piedras
       son como huesos
       viejos y descarnados.
       Pero el arroyo y la charca
       son húmedos y frescos:
       ¡buenos para los pies!
       Y ahora deseamos…
        —¡Ja!, ¡ja! ¿Qué deseamos? —dijo, mirando de soslayo a los hobbits—. Te lo
      diremos  —croó—.  Él  lo  adivinó  hace  mucho  tiempo,  Bolsón  lo  adivinó.  —Un
      fulgor le iluminó los ojos, y a Sam, que alcanzó a verlo en la oscuridad, no le
      causó ninguna gracia.
       Vive sin respirar;
       frío como la muerte;
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