Page 727 - El Señor de los Anillos
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cercanías antes de que concluya el día. Y luego la muerte, o una veloz huida de
regreso al Anduin. Dejaré aquí dos hombres para que os custodien, por vuestro
bien y por el mío. Un hombre sabio no se fía de un encuentro casual en estas
tierras. Si regreso, hablaré más largamente con vosotros.
—¡Adiós! —dijo Frodo, con una profunda reverencia—. Piensa lo que
quieras, pero soy un amigo de todos los enemigos del Enemigo Único. Os
acompañaríamos, si nosotros los medianos pudiéramos ayudar a los hombres que
parecen tan fuertes y valerosos, y si la misión que aquí me trae me lo permitiese.
¡Que la luz brille en vuestras espadas!
—Los medianos son, en todo caso, gente muy cortés —dijo Faramir—.
¡Hasta la vista!
Los hobbits volvieron a sentarse, pero nada se contaron de los pensamientos y
dudas que tenían entonces. Muy cerca, justo a la sombra moteada de los laureles
oscuros, dos hombres montaban guardia. De vez en cuando se quitaban las
máscaras para refrescarse, a medida que aumentaba el calor del día, y Frodo vio
que eran hombres hermosos, de tez pálida, cabellos oscuros, ojos grises y rostros
tristes y orgullosos. Hablaban entre ellos en voz baja, empleando al principio la
Lengua Común, pero a la manera de antaño, para expresarse luego en otro
idioma que les era propio. Con profunda extrañeza Frodo advirtió, al escucharlos,
que hablaban la lengua élfica, o una muy similar; y los miró maravillado, pues
entonces supo que eran sin duda Dúnedain del Sur, del linaje de los Señores del
Oesternese.
Al cabo de un rato les habló; pero las respuestas de ellos fueron lentas y
prudentes. Se dieron a conocer como Mablung y Damrod, soldados de Gondor, y
eran montaraces de Ithilien; pues descendían de gentes que habitaran antaño en
Ithilien, antes de la invasión. Entre estos hombres el Señor Denethor escogía sus
adelantados, que cruzaban secretamente el Anduin (cómo y por dónde no lo
dijeron) para hostigar a los orcos y a otros enemigos que merodeaban entre los
Ephel Dúath y el Río.
—Hay casi diez leguas desde aquí a la costa oriental del Anduin —dijo
Mablung— y rara vez llegamos tan lejos en nuestras expediciones: hemos venido
a tender una emboscada a los Hombres de Harad. ¡Malditos sean!
—Sí, ¡malditos Sureños! —dijo Damrod—. Se dice que antiguamente hubo
tratos entre Gondor y los Reinos de Harad en el Lejano Sur; pero nunca una
amistad. En aquellos días nuestras fronteras estaban al sur más allá de las bocas
de Anduin, y Umbar, el más cercano de los reinos de Harad, reconocía nuestro
imperio. Pero eso ocurrió tiempo atrás. Muchas vidas de hombres se han
sucedido desde que dejamos de visitarnos. Y ahora, recientemente, hemos sabido
que el Enemigo ha estado entre ellos y que se han sometido o han vuelto a Él
(siempre estuvieron prontos a obedecer), como lo hicieron tantos otros en el Este.