Page 725 - El Señor de los Anillos
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pero no estaban lejos y se acercaban. De pronto, una habló claramente, a pocos
      pasos.
        —¡Aquí! ¡De aquí venía el humo! ¡No puede estar lejos! Entre los helechos,
      sin duda. Lo atraparemos como a un conejo en una trampa. Entonces sabremos
      qué clase de criatura es.
        —¡Sí, y lo que sabe! —dijo una segunda voz.
        En ese instante cuatro hombres penetraron a grandes trancos en el helechal
      desde distintas direcciones. Dado que tratar de huir y ocultarse era ya imposible,
      Frodo  y  Sam  se  pusieron  en  pie  de  un  salto  y  desenvainaron  las  pequeñas
      espadas.
        Si lo que vieron los llenó de asombro, mayor aún fue la sorpresa de los recién
      llegados.  Cuatro  hombres  de  elevada  estatura  estaban  allí.  Dos  de  ellos
      empuñaban  lanzas  de  hoja  ancha  y  reluciente.  Los  otros  dos  llevaban  arcos
      grandes, casi de la altura de ellos, y grandes carcajs repletos de flechas largas
      con  penachos  verdes.  Todos  ceñían  espadas  y  estaban  vestidos,  de  verde  y
      castaño de varias tonalidades, como para poder desplazarse mejor sin ser notados
      en los claros de Ithilien. Guantes verdes les cubrían las manos, y tenían los rostros
      encapuchados  y  enmascarados  de  verde,  con  excepción  de  los  ojos  que  eran
      vivos y brillantes. Inmediatamente Frodo pensó en Boromir, pues esos hombres
      se le parecían en estatura y postura, y también en la forma de hablar.
        —No hemos encontrado lo que buscábamos —dijo uno de ellos—. Pero ¿qué
      hemos encontrado?
        —Orcos no son —dijo otro, soltando la empuñadura de la espada, a la que
      había echado mano al ver el centelleo de Dardo en la mano de Frodo.
        —¿Elfos? —dijo un tercero, poco convencido.
        —¡No! No son elfos —dijo el cuarto, el más alto de todos y al parecer el jefe
      —.  Los  elfos  no  se  pasean  por  Ithilien  en  estos  tiempos.  Y  los  elfos  son
      maravillosamente hermosos, o por lo menos eso se dice.
        —Lo que significa que nosotros no lo somos, supongo —dijo Sam—. Muchas,
      muchas gracias. Y cuando hayáis terminado de discutir acerca de nosotros, tal
      vez queráis decirnos quiénes sois vosotros, y por qué no dejáis descansar a dos
      viajeros fatigados.
        El más alto de los hombres verdes rió sombríamente.
        —Yo soy Faramir, Capitán de Gondor —dijo—. Mas no hay viajeros en esta
      región: sólo los servidores de la Torre Oscura o de la Blanca.
        —Pero  nosotros  no  somos  ni  una  cosa  ni  otra  —dijo  Frodo—.  Y  viajeros
      somos, diga lo que diga el Capitán Faramir.
        —Entonces,  decidme  en  seguida  quiénes  sois,  y  qué  misión  os  trae  —dijo
      Faramir—. Tenemos una tarea que cumplir, y no es este momento ni lugar para
      acertijos o parlamentos. ¡A ver! ¿Dónde está el tercero de vuestra compañía?
        —¿El tercero?
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