Page 722 - El Señor de los Anillos
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—¡Ajj! ¡Sss…  no!  —gritó—.  ¡No! ¡Hobbits estúpidos,  locos,  sí,  locos! ¡No
      hagáis, eso!
        —¿Qué cosa? —preguntó Sam, sorprendido.
        —Esas  lenguas  rojas  e  inmundas  —siseó  Gollum—.  ¡Fuego,  fuego!  ¡Es
      peligroso, sí, es peligroso! Quema, mata. Y traerá enemigos, sí.
        —No lo creo —dijo Sam—. No veo por qué, si no le ponemos encima nada
      mojado que haga humo. Pero si lo hace, que lo haga. Correré el riesgo, de todos
      modos. Voy a guisar estos conejos.
        —¡Guisar los conejos! —gimió Gollum, consternado—. ¡Arruinar la preciosa
      carne que Sméagol guardó para vosotros, el pobre Sméagol muerto de hambre!
      ¿Para  qué?  ¿Para  qué,  estúpido  hobbit?  Son  jóvenes,  son  tiernos,  son  sabrosos.
      ¡Comedlos,  comedlos!  —Echó  mano  al  conejo  que  tenía  más  cerca,  ya
      desollado y colocado cerca del fuego.
        —Vamos, vamos —dijo Sam—. Cada cual a su estilo. A ti nuestro pan se te
      atraganta y a mí se me atraganta el conejo crudo. Si me das un conejo, el conejo
      es mío ¿sabes?, y puedo cocinarlo, si me da la gana. Y me da. No hace falta que
      me mires. Ve a cazar otro y cómelo a tu gusto… lejos de aquí y fuera de mi
      vista. Así tú no verás el fuego y yo no te veré a ti, y los dos seremos más felices.
      Cuidaré de que el fuego no eche humo, si eso te tranquiliza.
        Gollum se alejó mascullando y desapareció entre los helechos. Sam se afanó
      sobre sus cacerolas. « Lo que un hobbit necesita para aderezar el conejo» , se
      dijo,  « son  algunas  hierbas  y  raíces,  especialmente  patatas…  De  pan  ni
      hablemos. Hierbas podremos conseguir, me parece» .
        —¡Gollum!  —llamó  en  voz  baja—.  La  tercera  es  la  vencida.  Necesito
      algunas  hierbas.  —La  cabeza  de  Gollum  asomó  entre  los  helechos,  pero  la
      expresión no era ni servicial ni amistosa—. Algunas hojas de laurel, y un poco de
      tomillo y salvia me bastarán… antes que empiece a hervir el agua —dijo Sam.
        —¡No! —dijo Gollum—. Sméagol no está contento. Y a Sméagol no le gustan
      las  hierbas  hediondas.  El  no  come  hierbas  ni  raíces,  no  a  menos  que  esté
      famélico o muy enfermo, pobre Sméagol.
        —Sméagol irá a parar al agua bien caliente, cuando empiece a hervir, si no
      hace lo que se le pide —gruñó Sam—. Sam lo meterá en la olla, sí mi tesoro. Y
      yo lo mandaría a buscar nabos también, y zanahorias, y aun patatas, si fuera la
      estación. Apuesto que hay muchas cosas buenas en las plantas silvestres de este
      país. Daría cualquier cosa por una media docena de patatas.
        —Sméagol  no  irá,  oh  no,  mi  tesoro,  esta  vez  no  —siseó  Gollum—.  Tiene
      miedo,  y  está  muy  cansado,  y  este  hobbit  no  es  amable,  no  es  nada  amable.
      Sméagol no arrancará raíces y zanahorias y… patatas. ¿Qué son las patatas, mi
      tesoro, eh, qué son las patatas?
        —Patatas  —dijo  Sam—.  La  delicia  del  Tío,  y  un  balasto  raro  y  excelente
      para  una  panza  vacía.  Pero  no  encontrarás  ninguna,  no  vale  la  pena  que  las
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